Cartas de lectores | Las venas que siguen abiertas en Ecuador

Claro está que se requiere el concurso de toda la población, que debe enterrar para siempre sus malas costumbres

Mientras Eduardo Galeano, en Las venas abiertas de América Latina, atribuye todos los males y desgracias del continente al capitalismo e imperialismo de Estados Unidos y Europa, Osvaldo Hurtado, en Las costumbres de los ecuatorianos, está convencido de que es el comportamiento histórico de la población del Ecuador —desde la época colonial hasta nuestros días—, caracterizado por los malos hábitos, la ausencia de valores, la práctica de la “viveza criolla” y el apego al discurso demagógico, lo que ha impedido el progreso económico y el desarrollo social del país.

Galeano, en su libro, se remonta a los pueblos azteca e inca, mientras que Hurtado inicia su análisis en la colonización española. El primero concluye que los latinoamericanos están condenados a vivir para siempre en el subdesarrollo por la insaciable glotonería del poderoso norteamericano; el segundo, en cambio, no es tan pesimista y considera que el comportamiento que critica en su obra puede modificarse, permitiendo así que el Ecuador emprenda el camino hacia un bienestar duradero. Para lograrlo, plantea un gran compromiso nacional, con la participación de todos, sin distinción de condición social, política, económica, religiosa o étnica.

Este comentario no pretende ser un análisis de las obras mencionadas —no soy experto en la materia—. Lo anterior sirve únicamente para establecer un marco referencial de cómo pensadores destacados pueden diferir radicalmente en sus visiones y cómo, probablemente, generan corrientes de opinión también muy divididas. Pero, en realidad, ¿es imposible escapar del subdesarrollo por la imposición del imperialismo capitalista? ¿Debemos resignarnos al dolor de vivir eternamente en esa condición? O, pese a reconocer la existencia de prácticas poco recomendables arrastradas por más de quinientos años —en el caso de Ecuador—, ¿ha llegado la hora de que los ecuatorianos pasen la página e inicien, de una vez por todas, el tránsito hacia una transformación positiva, dejando atrás la historia del fracaso y la frustración?

Concluyo afirmando que sí es posible. Para ello, es indispensable impulsar la justicia social y construir un Ecuador grande, de progreso permanente. Claro está que se requiere el concurso de toda la población, que debe enterrar para siempre sus malas costumbres. Y, sin dejar de reconocer los males causados por los poderosos, lo que ahora corresponde es dar el gran salto y superar lo que bien podría ser un poderosísimo complejo nacional.

Jorge A. Gallardo Moscoso