Cartas de lectores | El resurgimiento de las protestas

La violencia no solo provoca daños materiales, sino que también profundiza la polarización

Este 22 de septiembre de 2025, avenidas y carreteras de la sierra norte fueron cerradas, convirtiéndose en escenario de manifestaciones que, aunque legítimas, han tomado un cariz preocupante.

Las protestas son el motor de la democracia: permiten que la ciudadanía exprese su rechazo a decisiones gubernamentales sin consenso.

Sin embargo, lo ocurrido en estos días aciagos -con protestas violentas y vandálicas- evidencia que el derecho a manifestarse debe ejercerse con responsabilidad.

Considero que manifestarse es un derecho inalienable, pero también lo es mantener el orden, la paz y el respeto.

La violencia no solo provoca daños materiales, sino que también profundiza la polarización.

En momentos así, es vital evitar que las tensiones deriven en agresiones que pongan en riesgo la seguridad de los ecuatorianos.

Las calles son el termómetro social, pero cuando el clima se torna hostil, como ahora, hechos aterradores como el crimen de un ciudadano y ataques a bienes públicos y privados debilitan el debate y cierran la puerta al consenso y la negociación.

La historia democrática se escribe con palabras y actos; el clamor popular es vital, pero sus expresiones deben ser pacíficas y respetuosas para avanzar hacia un futuro más justo y dialogado.

Sin duda, hay una minoría de instigadores y oportunistas que buscan asfixiar al país política, económica y socialmente.

u estrategia: sembrar caos, provocar desabastecimiento y causar la quiebra de campesinos que luchan por sobrevivir en medio de una crisis generalizada.

Esta jornada de protestas nos invita a reflexionar sobre el equilibrio entre el derecho a manifestarse y la responsabilidad del Gobierno al imponer medidas que no responden a las verdaderas necesidades de una nación empobrecida.

Mario Vargas Ochoa