La caridad comienza por casa

Si no tienen misericordia con sus propias mascotas -muertas o vivas-, mal pueden brindar ayuda a un ser humano

Hoy atropellaron a Querubín, el gato de un vecino. Su nombre tenía perfecta relación con su ser, era un ejemplar de extrema bella. A las 07h30 encontré su cuerpo inerte a cinco pasos de la puerta del que fue su hogar. Me parecía increíble pues a las 07h00 lo vi jugando cuando fui a la panadería. Toqué el timbre para avisar y evitar que algún carro le pase por encima; no presentaba heridas ni señales de envenenamiento. Su dueña salió y me dijo: “yo no me acuerdo que sea mío” y cerró la puerta. El 15-oct-2021 atropellaron a Galán. Su nombre hacía juego con su personalidad, no había gata en el vecindario que escapara a su seducción. Cuando avisé a su dueña sobre su muerte, ella me respondió: “ya no me sirve para presumir”. Dos respuestas que auspician abandono y negación para encargarse del cuerpo inerte, ¿acaso la indolencia vive en varias casas? No, simplemente algunos tienen como credo de vida a la cultura del envase, que alimenta el ego y pudre el alma. El periodista uruguayo Eduardo Galeano dijo: “estamos en plena cultura del envase, el contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo, el físico más que el intelecto y la misa más que Dios. La cultura del envase desprecia los contenidos”. Si no tienen misericordia con sus propias mascotas -muertas o vivas-, mal pueden brindar ayuda a un ser humano.

Marysol del Castillo