Tener o no tener armas

Los tiempos cambian y ahora el porte de armas es vital para que la seguridad sea una garantía para la prosperidad colectiva

El concepto de seguridad lo dio en su momento Maquiavelo cuando dijo que la prosperidad de una sociedad se realiza cuando la seguridad es efectiva. El pensador florentino pensaba que una sociedad libre llega a complementarse cuando los ciudadanos productivos defienden su patrimonio mientras producen riqueza.

Para la sociedad ecuatoriana el fenómeno se repite y ahora más que nunca con los niveles de violencia tan elevados, en que los inocentes en buena medida son sacrificados y considerados bajas colaterales.

Todos los expertos que teorizan contra la tenencia de armas asumen que una democracia funciona mejor sin que los ciudadanos posean o usen armas. Fortalecen su afirmación al sostener que la delincuencia no baja sino que se mantiene y a veces crece.

El país por excelencia en donde portar amas es legal, EE. UU., mantiene esta tradición desde su fundación como Estado, lo que la propia Constitución reconoce. Lo que falta es regular más este porte, y eso es lo que debe primar en la sociedad ecuatoriana. Dos de estos requisitos (antecedentes penales y evaluación sicológica) son los adecuados para evitar que las armas caigan en manos indeseables.

El otro requisito, prohibir la fabricación casera de armas, es la baja colateral porque quienes se perjudican son los fabricantes. Así es el sacrificio y no hay nada que hacer. Ni las lamentaciones arreglan el problema. Para ello se necesitan estadísticas serias que demuestren que la fabricación casera de armas no consiga consumidores entre la delincuencia. Eso es difícil.

La sociedad ecuatoriana no tiene tradición en el porte de armas. Es más, ni siquiera históricamente se ha visto esta necesidad porque desde los días de la independencia los comandantes eran quienes proporcionaban las armas y sus tenedores nunca se vieron en la necesidad de protegerse para el futuro, porque el Estado lo había ofrecido.

Los tiempos cambian y ahora el porte de armas es vital para que la seguridad sea una garantía para la prosperidad colectiva.

Francisco Bayancela