Alcaldesa Viteri, no deje morir la
leyenda de Daniel Santos

Guayaquil, como ningún otro lugar de la región, ha sido siempre preferida por famosos cantantes y orquestas de todo género musical que nos deleitaron, como la Sonora Matancera de Cuba. Varios ‘crooners’ la tomaron como su residencia temporal, mientras otros se quedaron para siempre con nuestras mujeres. Sin embargo, ninguno de los llamados reyes del bolero ha podido quitarle a Daniel de Los Santos Doroteo Betancourt (Daniel Santos), su lugar de privilegio en la galería de la fama. Al portorriqueño, a quien la juventud porteña bautizó como El Jefe, era el único que abarrotaba todos los escenarios, entre ellos el mítico teatro Apolo, de donde un día lo llevaron preso al cuartel Modelo por querer presentarse en estado etílico. El boricua descansa en paz desde el 27 de noviembre de 1972 en el cementerio de Santa María Magdalena de Pizzas, en el viejo San Juan, muy cerca de su amigo, compatriota y compositor Pedro Flores. Los jóvenes guayaquileños deben saber que el Inquieto Anacobero nos deleitó durante muchos años con su música rocolera y que de ese amor entrañable que sentía por nuestro pueblo hizo construir a fines de 1950, cerca del puente 5 de Junio, una pista de baile con bar incluido, que tenía forma de barco, con un pequeño faro. Cada fin de semana se disfrutaba con buena música y comida criolla. Hoy solo se escucha el trinar de los pájaros y el canto de algunas gaviotas en extinción. Y para que la leyenda de Daniel Santos siga viva, quisiéramos tocar el corazón de la alcaldesa Viteri, para que el faro, que es lo queda del barquito, lleve una placa que arme el recuerdo de lo pasado.

José Emilio Ruiz Ortiz