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Chicas perdidas: ¿Qué pasó con Shannan?

El guion de este drama de Netflix incubado en misterio está basado en hechos reales e inspirado en una exitosa novela de 2013.

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Basada en hechos reales, la serie no descubre con anticipación la respuesta de dónde está Shannan, lo que aumenta aún más el suspenso.Instagram @lizfgarbus

Ellenville, Nueva York, 2010. Mari Gilbert (Amy Ryan), madre soltera de tres hijas debe tener varios trabajos para mantener a flote su hogar. Shannan (Sarah Wisser), la mayor, se ha independizado y Mari la llama para solicitarle ayuda económica. La muchacha acepta darle el préstamo y añade que la visitará esa noche para cenar juntas.

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La esperará en vano. Horas más tarde recibe una llamada. Es un doctor que le informa que su hija está en peligro. Mari busca al novio de Shannan y este niega haberla visto y le revela que su hija es una trabajadora sexual. El chofer que la llevó al encuentro con su cliente afirma que la dejó y esperó en una casa localizada en Oak Beach, que salió desesperada, gritando que la querían matar y se internó en un bosque. Ahora está desaparecida.

Mari acude a la policía y es recibida por el comisionado Richard Donner (Gabriel Byrne), quien la escucha con relativa indiferencia. Pero una llamada lo alerta: en la playa cercana un perro, escarbando, ha permitido que se descubran cuerpos de muchachas asesinadas. Su hija no está entre ellas. La apatía de las autoridades la obliga iniciar su propia búsqueda.

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Basada en hechos reales y con guion inspirado en la exitosa novela escrita en el 2013 por Robert Kolker, Chicas Perdidas (Lost girls) se nutre de la buena dirección de Liz Garbus, la vibrante labor de Amy Ryan y una presentación de sucesos que convierten al telefilme en drama incubado en misterio.

La fotografía gesta visiones de penumbra y dolor, de tensión, angustia y la Garbus la eleva por la forma en que traza la narrativa: nada es exagerado porque tiene la fuerza de un documental. Para ello están los hechos, los personajes, las circunstancias tan bien combinadas que el espectador, más que angustia, siente curiosidad por saber qué pasó verdaderamente.

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Hará que se pregunte por el destino de Shannan, de saber si el doctor Peter Hackett (Reed Byrney) tuvo algo que ver con la desaparición de la joven meretriz. ¿Es que la policía encubre a alguien? ¿Es que los jerarcas de la justicia se han vendido o protegen a algún personaje? Las respuestas no llegan con rapidez y eso acrecienta la incertidumbre.

La historia aumenta su legajo con la presencia de las familias de cuatro de esas muchachas, también prostitutas, cuyos cadáveres fueron identificados. Son familiares que se acusan de no haber protegido a sus hijas. Como desahogo a sus pesares, se reúnen para rezar por ellas. En ese grupo incluyen a Meri, a sus hijas Sherre (Thomasin McKenzie) y Sarra (Oona Lawrence) que sufre problemas emocionales.

Conforme avanza el argumento, el espectador va tomando en cuenta el comportamiento de estos seres humanos: desde la desvergonzada actitud de una de las madres o hermanas hasta la mujer que encuentra conciliación en su trato con Emi.

Pero es Amy Ryan la que se lleva las palmas: es la mujer dura, envejecida por la vida. Luchadora, tenaz, franca. Sin miedo a la verdad pero temerosa de saber el destino final de su hija, a la cual no reprocha, simplemente la trata de entender.

Para finalizar: permanezca frente a la pantalla de su computadora o televisor hasta que termine el filme de Netflix; así podrá ver imágenes de la verdadera Mari Gilbert.

  • Nota al margen

Mari Gilbert no pudo terminar bien su vida: en el 2016, su pequeña hija Sarra se había transformado en una muchacha esquizofrénica que terminó matándola. Para ello utilizó un cuchillo de 15 pulgadas y con este le dio 200 puñaladas. Encontrada culpable, fue sentenciada a 25 años de prisión.

CALIFICACIÓN: * * * *