Cultura

Jefferson Rescata
Además de su hijo Berlín, Jefferson y su esposa Helen planean tener dos hijos más.Ángela Trujillo

El rescatista de perros, que viraliza en las redes

En 11 años, 10.000 animales han sido rescatados por el albergue Esperanza Canina.

No es Shakira ni Bizarrap, no canta en escenarios ni compone o produce música, pero algo que sí tiene en común son los millones de seguidores de todo el mundo que aman su contenido en Facebook, YouTube e Instagram, por su labor como rescatista de perros, gatos, cerdos, burros y cabras. Todavía hay más animales que pueden llegar a sus manos en el futuro.

Se trata del ecuatoriano Jefferson Ortiz, de 32 años, quien junto a su esposa Helen Ruperti y su equipo de trabajo ha rescatado a más de 10.000 animales en once años. Su albergue Esperanza Canina, en Manta, acoge a casi 200 perros y otras criaturas.

La infancia del influencer manabita, más conocido como ‘Jefferson Rescata’, no fue sencilla. Además de lidiar con el bullying en el colegio por su timidez, reconoce que hubo carencia de dinero en su hogar. El arroz con mantequilla era uno de los platos que más acompañó en la mesa al rescatista, sus padres y dos hermanos. Esta falta de alimentos le impidió adoptar el perro que tanto anhelaba a sus 8 años. 

“Les decía mucho a mis papás que quería un perrito, pero no me dejaban porque no podíamos mantenerlo. Mis padres eran conscientes de que no se iba a poder adoptar, porque con nosotros se podía morir de hambre”, cuenta el influencer.

Como estaba desesperado por tener una mascota, Jefferson cortó mangos, los puso en un vaso con sal y salió con una charola a venderlos en su antiguo barrio, El Porvenir. No niega que su primer día vendiendo fruta fue un total desastre; lleno de vergüenza botó lo preparado antes de llegar a casa. Con una falsa sonrisa pero la ilusión rota, le afirmó a su familia que había vendido todo. Sin darse por vencido, lo intentó por segunda vez.

El manabita se ubicó a la salida del Colegio Tarqui y esta vez logró vender todo. Con el dinero obtenido de las ventas, 1.200 sucres, demostró que podía hacerse cargo de Apolonio, su primer perro, un cachorro enrasado entre un golden retriever y pastor alemán, de color café, que llegó a la vida del influencer a los seis meses de nacido.

Apolonio, que pronto se transformó en un can gigante, acompañó a Jefferson durante siete años y fue su principal motivación para crear el albergue. “Con él tuve otra perspectiva de los animales desamparados. Mi perro me tenía a mí y yo trabajaba para él, y de ahí nace la idea de cuidar a otros”.

Con los años, la situación económica de su familia mejoró. La fabricación y venta de muebles a los diferentes municipios de Manabí los ayudó a tener una vida con comodidades.

Tras graduarse del colegio, no quiso seguir con el negocio familiar ni estudiar una carrera profesional como veterinaria, medicina o ingeniería. Él solo quería un lugar grande para cuidar perros.

Heredó de su padre una pequeña casa en su natal Manta, donde abrió Esperanza Canina. “No había mucho espacio, solo podía vivir una pareja, pero la adapté para mis primeros perros rescatados”, dijo. Con el apoyo de voluntarios, amigos y donantes, Jefferson se dedicó a entrenar caninos por 100 dólares para comprar el alimento y atender su cuidado.

Su esposa Helen fue su primera voluntaria, con ella acogió a los primeros 25 perros. Los fuertes ladridos se volvieron un dolor de cabeza para los vecinos. Recibió varias denuncias. Para evitar problemas y mejorar la calidad de vida de sus rescatados, decidió vender la casa y comprar un terreno de dos hectáreas en el sector San Juan de Manta. Hasta allí llegó con Chocolate, Lobita, Luz Clarita, Pancha y Labradora, que se han vuelto iconos del lugar.

Con el dinero que el influencer obtiene por su activismo en redes sociales y las donaciones de algunos seguidores, el albergue Esperanza Canina ha crecido. Tiene salas de cirugía para esterilizar o brindar atención veterinaria, una clínica móvil, bodegas de alimento, una piscina, tres patios con juegos que dividen la jerarquía canina y un gran espacio separado para los cerdos, burros y cabras. A este último lugar lo bautizaron con el nombre de La Granja.

El sueño de Jefferson y su esposa es tener un albergue para gatos. “No los traemos aquí porque no hay espacio, se los comen los perros. Además, es muy difícil que las personas adopten felinos. Ni con la influencia que tenemos en redes sociales ha sido posible; la gente quiere un perro, no un gato”, agrega el influencer.

Es por eso que Helen, quien estudia veterinaria, decidió incursionar en la política. Aspira a una concejalía en Manta para poder ayudar a más perros y gatos callejeros. Su intención es asignar recursos para que puedan ser esterilizados.

Solidaridad con los necesitados

Además de ayudar a los animales abandonados, Jefferson también siente compasión por las personas necesitadas, ya que él y su familia también padecieron una situación de pobreza. “Muchas de mis obras sociales no las he grabado o publicado, cuando lo hago es porque quiero hacer mucho más por esa persona, y sé que con mi ayuda no basta. Con un video puedo hacer que muchas personas de todo el mundo puedan ayudar”, dice el influencer.