Trastornada por la inesperada muerte de Owen, su cónyuge (Evan Jonigkeith), Beth (Rebecca Hall) queda sola en la casa junto al lago, hogar qué él le construyó. Beth trata de soportar su congoja de la mejor forma posible, pero comienza a tener pesadillas realmente perturbadoras, visiones de una presencia que la llama, que la atrae con una extraña fascinación.

Desoyendo los consejos de sus amigos, Claire (Sarah Goldberg) y Mel (Vondie Curtis-Hall), comienza a escudriñar las pertenencias de su esposo en una búsqueda angustiosa del porqué de su destino. Terminará encentrando secretos extraños, perturbadores… un misterio que está dispuesta a revelar.

David Bruckner dirige con mano firme esta película sorprendente, extraña. La llena de metáforas, de conflictos anímicos y la deja complicada y alucinante. Sirve también para confirmar el cambio que, en largometrajes de valía, ha tomado el género cinematográfico de terror y misterio: inteligencia en la trama, suspenso psicológico. En la superficie de La casa oscura (The night house, título original) está el enigma del esposo recientemente fallecido y en el fondo… Beth.

El espectador empezará entonces a enredarse en la telaraña de un laberinto de pistas siniestras que generan tensión e inconscientemente se preguntará hasta qué punto conocemos, verdaderamente, a nuestros seres queridos. La figura vudú, con sus cuchillos atravesados ahonda el terror.

Las cámaras crean planos invertidos y con ello surge una atmósfera escalofriante y confirma su originalidad. Nada, en este filme, se arrastra por los consabidos portazos (bueno, hay uno) o penumbras que finalmente (en otras cintas) no llevan a nada.

Aquí no sucede eso, aquí se profundiza el tema, no le huye, más bien lo afianza en las regiones subterráneas del pavor y como bien dicen sus guionistas (Ben Collins y Luke Piotrowski) “abordamos el tema universal de la mortalidad y la vida después de la muerte”.

Rebecca Hall se convierte en imagen de la vehemencia que genera la angustia, la depresión e inyecta a su personaje la sensación de ser una mujer que está al borde de un precipicio. Sarah Goldberg interpreta a la verdadera amiga, la fémina que sugiere, aconseja y apoya. Vondie Curtis-Hall, en su corto papel, tiene la habilidad de generar suspenso, tan solo con su presencia y diálogos. Jonigkeith es buen actor y tiene el talento necesario para dar verismo a su rol, especialmente cuando aflora la verdadera personalidad de Owen.

La música de fondo sirve para subrayar los momentos de tensión, especialmente en las secuencias que suceden en el lago, en el bote. El sonido refleja una exploración de los estados de ansiedad que sufre Beth.

La fotografía queda envuelta en la bruma, en la oscuridad o penumbra que la escena requiere. Pero son los rostros fotografiados en primer plano los que dejan en la mente a aquellos seres que se envuelven en su propia destrucción.

Los espectadores tendrán que fijar su atención en la casa que construye Owen cual monumento a su amor por Beth, para demostrar lo que eran como pareja; sin embargo, la dirección artística convierte la casa en pesadilla a través de una estructura invertida al otro lado del lago y ella termina siendo un laberinto a medida que Beth va cayendo en el abismo de sus obsesiones.

Brucker lo explica así: “El efecto es como algo de pesadilla, donde las habitaciones siguen siendo iguales pero, al mismo tiempo… diferentes, lo cual proyecta la inseguridad que rodea a la protagonista. Así, el homenaje al amor se convierte en monumento a los secretos, a la oscuridad que ocultaba el fallecido y de cómo la vivienda adquiere una temible existencia".

Sugerimos, a quienes vayan a ver la película, llegar puntuales, no cuando la cinta ha comenzado pues la trama requiere total concentración y la tardanza podría confundirlos en este rompecabezas sobrenatural.

• CALIFICACIÓN: * * * * ½