
Ángeles del Infierno: ¿evitan la política pese a las letras de sus canciones?
La banda se presentará en el Coliseo General Rumiñahui el sábado, lugar al que llegaron para su debut hace 25 años
“Que sigan vigentes canciones de hace 25 años, pues, bueno: la labor de los artistas no es meterse en política, ser bueno o ser malo; es exponer la situación”, que no ha evolucionado. Así ha explicado su vigencia el cantante Juan Gallardo, de la banda Ángeles del Infierno (A. D. I.), originaria de España, en una rueda de prensa este jueves, 16 de octubre de 2025.
Cuando este grupo vasco/gallego llegó por primera vez a dar un concierto en el país, hace un cuarto de siglo, hubo un colectivo religioso que montó una misa improvisada fuera del Coliseo General Rumiñahui, donde se volverán a presentar este sábado, 18 de octubre. Y cuando A. D. I. debutó a El Salvador, en Centroamérica, grupos de madres de familia —recordaba el cantante en 2017— hubo quien se alzó en protesta para evitar el concierto.
Ahora está claro que tienen baladas. El nombre de la banda —réplica de una pandilla de motociclistas estadounidenses, que por casualidad esta semana cumplió una visita a Argentina— es muy rentable en Ecuador. Ya han agotado tres de las cuatro localidades disponibles para el evento que se iniciará a las 19:00 del sábado 18 de octubre.
Un libreto para el que repiten vestuario
El guitarrista Robert Álvarez también ha destacado, risueño, la presencia de unos viejos conocidos, Basca, en el cartel que completarán otras cinco bandas (Crossfire, Madbrain, Suelo Eterno, Sarcasmo y Jocker). Y, al igual que su visita de hace ocho años, los acompaña Foley en la guitarra rítmico para repasar una discografía que no ha variado. “Me siento orgulloso de tocar en esta banda”, dice. Hace unos días, el guitarrista de Basca, Paulo Freire, recordaba que nombraron así a la banda cuencana por un agradecimiento de contratapa en uno de los LP de A. D. I.
Ayer los estelares firmaron autógrafos para centenares de asistentes en un país que pareciera no estar convulsionado luego de 24 de días de protesta social y el saldo que eso ha dejado en provincias como Pichincha e Imbabura, que Álvarez y Gallardo han visitado en años pasados. Conocen incluso la Amazonía.
Hasta el cambio de siglo, los sellos discográficos apostaban por nuevos talentos. Ahora, todo es incierto, repite el cantante de 69 años, como si copiara el libreto de 2017: “se acabaron las compañías discográficas, ellos sí que son el diablo”, bromeó.
Él y el guitarrista fundador ya no suben motocicletas a las tablas, pero no han dejado las gafas negras y una actitud que los muestra ‘jóvenes para morir’, sin canas, aunque con un repertorio predecible.
“Que vean el día a día”, ha soltado Gallardo como recomendación para músicos más jóvenes, “que profundicen en el corazón y el sentimiento”.
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