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Sistema. En los alrededores de las lagunas de oxidación aún se percibe malos olores.Miguel Canales

La Puntilla, encerrada entre focos contaminantes

Residentes apuntan a la sedimentación del río, lagunas de oxidación en Guayaquil y plantas de tratamiento. El Municipio no se pronuncia

Los residentes de las urbanizaciones de la vía Samborondón, de la parroquia satélite La Puntilla, ya no saben dónde asentar la culpa por los malos olores que se perciben en sus hogares. Algunos los derivan de las lagunas de oxidación y estación de bombeo Guayacanes-Samanes, ubicadas en la avenida Narcisa de Jesús (Terminal Terrestre-Pascuales), que maneja Interagua. Otros apuntan a un mal manejo de las plantas de tratamiento de sus ciudadelas.

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José Antonio Tomalá, administrador de la urbanización Britania 1, respinga la nariz y apunta a la diagonal, hacia el puente nuevo que conduce a Guayaquil y que desemboca junto a las piscinas de oxidación de Interagua. De allá viene el olor, asegura.

“Hace dos años, ya teníamos unos olores nauseabundos. Primero, apuntamos a revisar nuestra propia planta, llegaron técnicos de Amagua (que da el servicio de agua a La Puntilla (Samborondón) y La Aurora (Daule), la revisaron y todo estaba normal. Pero seguían los olores. Preguntamos a nuestra vecina Britania II y también les revisaron la planta. Todo normal. Lo mismo con otras urbanizaciones y nada. Luego hablamos con el personal de Amagua y allí nos confirmaron que efectivamente los olores vienen de allá”, relata.

  • Sistema. En este año se contrató la construcción de la nueva planta de tratamiento de aguas servidas Los Merinos, que acogerá las aguas negras del norte.

Su sospecha se fundamenta, además, en una inspección que hizo el Ministerio de Ambiente en 2018. En esa fecha, la autoridad ambiental atribuyó el problema a la carga del sistema, puesto que no admitía más del que ya soporta.

En ese año, la experta en Derecho Ambiental y afectada por los malos olores, Inés Manzano, solicitó mediante la vía legal al Municipio de Guayaquil la entrega de información sobre el impacto ambiental de las piscinas de oxidación. Sin embargo, según consta en el acta de la audiencia, la información se entregó “incompleta e ilegible”. Al respecto, el Municipio respondió que los informes debían ser entregados por el Ministerio de Ambiente (MAE), debido a que Interagua entrega sus informes directamente al MAE y no al Cabildo.

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Molestia. Son tantos los malos olores que se perciben en el lugar, que los residentes no saben con exactitud a qué y de dónde provienen.Miguel Canales Leon

Carlos Jiménez, residente de Guayaquil Tenis, reconoce que los malos olores no son permanentes, que tienen horario y también temporadas. “El hedor es fuerte. Me imagino que debe ser igual del lado de Guayaquil”, cuenta. El también urbanista recuerda que los problemas se derivan de una falta de armonía en el permiso de uso de suelos de ambos cantones (Guayaquil y Samborondón).

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“(Los cantones vecinos) deben coexistir. Si no lo hacen, pasa lo de ahora. Que Guayaquil crea una zona de tratamiento de aguas servidas y Samborondón aspira toda esa contaminación”, explica.

Actualmente, Interagua realiza una reconformación técnica de la planta de tratamiento de aguas residuales Guayacanes-Samanes, luego de que hace dos años los afectados levantaran su voz en rechazo por los malos olores.

Ilfn Florsheim, vocera de la concesionaria Interagua, defendió que las lagunas no están causando problemas de malos olores y aseguró que Interagua hace monitoreos constantes. “Los registros de H2S (sulfuro de hidrógeno), obtenidos a través de nuestros seis equipos de medición de última tecnología, muestran reducciones del 90 % en las emisiones de H2S, con relación a las mediciones realizadas en julio de 2018”, sostiene. EXPRESO solicitó también documentación para respaldar tal aseveración, al respecto, Florsheim ofreció enviar la documentación entre hoy o mañana.

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Ciudadelas donde se percibe el mal olor.Miguel Rodríguez / EXPRESO

Jorge Díaz, de la urbanización Atlantis, se confunde. Asegura que no le ha sido posible identificar si los olores llegan del río, de las lagunas de oxidación o de alguna planta de tratamiento. “Los residentes se quejan todo el tiempo de los malos olores. Pero no se sabe de dónde provienen. Si es el río o es de al frente. La gente prefiere meterse en su casa, con aire acondicionado, para que no le entre el mal olor”, comenta.

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Karla Mendoza, miembro de una asociación medioambiental de gestores de olores, acepta que existe una contaminación del río Guayas derivada de varios factores, uno de esos las descargas clandestinas. A eso se suma la emanación de olores “por la falta de capacidad del sistema”; pero no descarta que estos puedan provenir de las plantas de tratamientos de las mismas urbanizaciones.

Las descargas clandestinas al río son unas de las fuentes del mal olor que se percibe. Pero la pestilencia también puede venir de las plantas de tratamiento de las urbanizaciones.

Karla Mendoza,
ingeniera ambiental, experta en gestión de olores.

Sobre las plantas de tratamiento, aclara, los inconvenientes pueden deberse a prácticas ciudadanas inadecuadas, como lanzar pañales, toallas o artículos que taponen el sistema; aunque también a las especificaciones técnicas y mantenimiento de las plantas. Sin embargo, la también ingeniera ambiental no se arriesga a señalar un factor concreto como generador de los malos olores, sin que antes se haya hecho un estudio.

Este olor ofensivo en La Puntilla puede ser causa de cualquiera de las tres fuentes. Sería irresponsable señalar a uno, porque en el Ecuador no existe un laboratorio de monitoreo de olores ofensivos y tampoco la normativa que avale la metodología para calcular la afectación y fuente de un mal olor”, agrega.

Cuando el viento cambia por las noches, atrae malos olores. Ni residentes ni trabajadores sabemos de dónde proviene el olor, si es el río o son esas lagunas de oxidación en Guayaquil.

Antonio Barona,
trabajador de Bonaire.

Mendoza cree que para determinar responsabilidades y facilitar a la ciudadanía su defensa, es necesario reglamentar la temática en el país.

“Nada ampara a las personas que se ven afectadas. Desde mi visión técnica, crear una normativa que regule los olores ofensivos es absolutamente beneficioso, no solamente para la calidad de vida de las personas, sino para las mismas empresas”, señala.

Infraestructura en adaptación al reglamento

Según datos de Amagua, empresa que gestiona los servicios de agua potable y alcantarillado en Samborondón, actualmente en La Puntilla y La Aurora (Daule) existen 100 plantas de tratamiento de aguas residuales.

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Miguel Ángel Alvarado, subgerente Técnico de Amagua, explica que de esa cantidad de plantas, alrededor de 50 poseen un sistema anaeróbico, que tiene un porcentaje de purificación entre 50 % y 70 %. Mientras que la otra mitad es aeróbica, con la capacidad de purificar hasta en un 90 %, explica.

El funcionario descarta que los problemas de malos olores se deban a un mal funcionamiento de las plantas. “Nosotros hacemos mantenimiento preventivo semanal, mensual, quincenal, dependiendo. Con ello se evita un mal funcionamiento o rebose del sistema que genera un mal olor”, explica.

A partir de las 4 o 5 de la tarde, el olor es bastante fuerte. Muchas veces han hecho inspecciones de las plantas, pero parece que el olor llega del río, y otras veces del lado del puente.

Jorge Díaz,
urbanización Atlantis.

Al igual que la ingeniera ambiental Karla Mendoza, Alvarado explica que muchos de los problemas reportados en las plantas se deben a prácticas inadecuadas, sin embargo, asegura que eso no afecta al proceso de purificación, sino que produce un taponamiento puntual de las redes. “Eso puede provocar algún olor en áreas puntuales, no en todas las urbanizaciones”, precisa.

Según Alvarado, los malos olores podrían seguir generándose de las lagunas de oxidación, situadas en Guayaquil. No obstante, recuerda que luego de una reunión en Interagua y Emapag se comprometieron a mejorar el sistema en 2018, las denuncias han reducido. “En el último trimestre de 2019 no nos han reportado quejas formales”, dice.

En referencia a los lineamientos técnicos de construcción de las plantas, indica que, “en años anteriores, no había una exigencia normativa muy específica sobre los retiros, pero en los últimos años se exige un retiro de las plantas desde las casas de 10 a 20 metros”. La nueva infraestructura sí se adapta al reglamento, afirma.