Guayaquil

Guayaquil: Los lavacarros invaden las aceras y nadie los controla

Las multas contempladas en la ordenanza municipal quedaron en el papel. Estos negocios informales dañan las calles, hacen ruido y originan trancones

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Hombres y mujeres obtienen su sustento diario, lavando y limpiando -de manera manual- carros de diversas marcas, tamaños y colores. Estos negocios han proliferado en la ciudad.Amelia Andrade / EXPRESO

Rómulo Benítez y Mariano Cedeño llaman a la clientela parados a un costado de las calles Medardo Ángel Silva y la 11, en el suburbio de la ciudad. El primero agita una franela; el segundo, a ratos, esparce agua con una manguera. Los implementos con los que lavan carros (tanques de agua, aspiradoras, detergentes, etc.) están en las veredas y aceras interrumpiendo el tránsito de los peatones, quienes deben botarse a las calles para sortear estos obstáculos que originan más de una molestia.

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El escenario se replica en otros sectores del norte, sur y suroeste, a pesar de que existe la ordenanza que prohíbe la ocupación de la vía pública para ejercer esas y otras actividades comerciales informales.

La norma legal establece una multa del 50 % del salario básico unificado a quienes se dedican a esa labor, a los dueños de los carros y a los propietarios de los inmuebles que proveen de agua y energía eléctrica a los informales.

Diario EXPRESO consultó al Municipio las acciones que realiza para hacer respetar la ordenanza, pero hasta el cierre de esta nota no hubo respuesta sobre los controles ejercidos para una tarea prohibida, que tiene puntos encontrados entre la ciudadanía.

ProblemaLa pandemia por la COVID-19 ha mermado el negocio de los lavadores de carros informales. Dicen que ahora tienen menos clientes.


Mario Vera, taxista que recorre la ciudad, defiende el servicio porque lo considera barato. La limpieza cuesta $ 3 y tarda 20 minutos. “Dejan bien lavado el carro, hacen rápido el trabajo y no hay que esperar turno como en las lavadoras formales”, cuenta, al resaltar que el lavado se hace frente al cliente.

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El agua que los informales usan para lavar los automotores se empoza en las veredas y calles formando grietas en la calzada.Amelia Andrade / EXPRESO

Sin embargo, Mercedes Rosales, quien habita desde hace 30 años en el suburbio, lo cuestiona. Dice que el exceso de agua que utilizan para el lavado de los vehículos deteriora el asfalto y origina baches en las calles. “El agua se queda empozada y forma grieta y luego agujeros en la calzada”, señala.

En cambio, Ana Bautista, de 50 años, menciona que es constante el ruido que hacen las aspiradoras y las máquinas que esparcen agua a presión. “No se puede descansar con tranquilidad”, enfatiza.

Es una manera digna de trabajar. Tengo dos meses en este empleo donde gano entre 8 y 10 dólares diarios y trabajo seis días a la semana. Esto me permite alimentar a mi familia.

Eleuterio León, lavador informal de vehículo

Pero no es la única que cuestiona este trabajo. También lo hace Gabriela Aspiazu, quien habita cerca de una de estas lavadoras de carros informales. Ella se queja de la baja presión de agua que llega a su domicilio. “No entiendo cómo pueden desperdiciar el líquido en la calle, mientras que en las casas llega de a poco”, dijo algo enojada porque ya ha dado a conocer el problema a las autoridades municipales, pero nada ha conseguido.

Las lavadoras informales dañan las calles, hacen ruido y originan trancones en las vías. Las autoridades deben controlar esta situación y sancionar si el caso amerita.

Kléber Lalama, habitante del suburbio de Guayaquil

Las lavadoras de carros informales están ubicadas en la avenida Isidro Ayora, entre Mucho Lote y Bastión Popular; Sauces; en la ciudadela Chemisse, detrás del cuartel de Policía; en Monte Sinaí; en la avenida Hugo Cortés, entre Urbasur y el Guasmo; en la 11, entre Alcedo y Francisco de Marcos; Cuenca entre Brasil y Los Ríos, entre otros sectores de la ciudad, según pudo constatar EXPRESO durante un recorrido.

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Los lavadores de carros dejan en las veredas y aceras sus implementos de trabajo.Amelia Andrade / EXPRESO

Las personas que realizan esta tarea pagan a los dueños de viviendas un promedio de $ 8 diarios por la energía eléctrica y $ 2 por cada tanque de agua que consumen, explica un vecino de la 11 y Alcedo que prefiere el anonimato.

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Luis León (60) trabaja en el oficio hace diez años. Usa la vía pública porque aduce que los ingresos que percibe no son suficientes para alquilar un local. “La situación está difícil y a la edad que tengo, nadie me da trabajo”, señala, al indicar que con él trabajan tres personas que ganan $ 8 diarios cada una, que les sirven para mantener a la familia. “Nos ganamos la vida honradamente”, puntualiza.