incendio forestal
Con frecuencia, ambientalistas visitan los cerros protectores para destruir los fogones que allí se levantan.Christian Vásconez / EXPRESO

Los incendios forestales sin acciones

En Guayaquil no existe un monitoreo que evite estos siniestros. Falta educación ambiental. El fuego destruye la flora y la fauna

Guayaquil es el cantón que más incendios forestales registra este año. Estos siniestros, que son frecuentes en la urbe a partir de julio, debido a las altas temperaturas, han puesto en peligro a varias viviendas de las zonas en donde se han producido y han provocado grandes impactos que van desde pérdida de animales, de vegetación, contaminación de aguas, así como degradación y erosión del suelo.

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En lo que va del año se han registrado más de 300 emergencias forestales, entre quema de maleza y agrícola. No obstante, los incendios de gran magnitud suman 88, que han afectado grandemente los cerros y bosques de la ciudad.

Según las estadísticas de la central de alarmas del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, los siniestros han disminuido en comparación al 2020 y 2021. “Esto se debe a que el invierno ha variado en relación con años anteriores y que las quemas agrícolas también se han reducido”, informan voceros de la Casaca Roja, al resaltar que la etapa inicial de las emergencias son controladas y con ello se evita una mayor incidencia.

Las zonas más afectadas son Cerro Colorado, Bosque Protector Papagayo, Cerro Paraíso y Cerro Azul. En este último punto, el pasado 4 de noviembre se registró un siniestro alarma 4 que destruyó más de 33 hectáreas de bosque donde habitan diversas especies tanto de flora como fauna.

Expertos ambientales consultados por EXPRESO señalan que en Guayaquil no hay un monitoreo preventivo para evitar estos eventos en los bosques, sobre todo en estos meses de intenso sol y de mayor calentamiento de estos suelos secos.

ProblemaLas altas temperaturas que soporta Guayaquil en el segundo semestre del año son una de las causas de los incendios forestales, pero la mayoría es provocada por el hombre.

El jueves pasado este Diario realizó un recorrido por el Bosque Protector Cerro Paraíso, donde a diario los vecinos de este sector reportan la presencia de personas desconocidas que llegan para realizar fogatas con las ramas de los árboles secos.

Durante el trayecto se pudo evidenciar no solo la presencia de fogones elaborados con piedras y ramas de arbustos, sino también vidrios, botellas y vasos plásticos, fósforos, colillas de cigarrillos, lápices, borradores y hasta preservativos.

Cerro azul
Cerro Azul es uno de los sectores en donde se registran con frecuencias incendios forestales. El último fue el 5 de noviembre pasado.Christian Vásconez / EXPRESO

“Aquí llegan, generalmente, los fines de semana al iniciar la noche. No sé por dónde vienen, lo que sí sé es que cuando se van, dejan colillas de cigarrillos prendidas que ocasionan el incendio”, indica Carla Zambrano, una de las habitantes del sector, quien agrega que en más de una ocasión ha llamado a la Policía para que desaloje a los ‘visitantes’, pero los uniformados pocas veces acuden al llamado por lo difícil que se les convierte el acceso; aunque para el resto, el camino se torna sencillo.

Hay que educar a los niños y jóvenes, ya que el cuidado de los bosques y cerros también son importante como las asignaturas que se imparten en la aulas.

Carlos Solórzano, ambientalista y docente

Santiago Romero, otro residente cercano al bosque, se entristece al conocer las especies que mueren en estos incendios (no se han cuantificado). “Se necesitan de manera urgente ordenanzas de plan de manejo de los bosques, así como planes preventivos de estos eventos. No podemos dejar morir animales ni la vegetación, hay que exigir acciones”, remarca.

Los incendios forestales destruyen la flora y la fauna, pero también pueden dañar la salud de las personas por el humo y ceniza que emanan.

Mercedes Tutivén, residente de la ciudadela El Paraíso.

Desde 2012, el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil cuenta con una División Técnica Forestal y Ambiental para combatir las emergencias ambientales y forestales. Sin embargo, la ciudad no tiene un plan o acciones para prevenir estos problemas; solo existen campañas destinadas a concienciar a la población de los efectos de los incendios. Estas están a cargo de la Casaca Roja, Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica y Municipio, pero pocos ciudadanos las conocen y muchos incumplen los objetivos de las mismas.

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Así lo asegura Carlos Solórzano, ambientalista y docente, quien sugiere que las campañas de prevención deben ser visibles y frecuentes. “En escuelas, colegios, universidades y lugares cercanos a los cerros hay que hablar de estos flagelos que impactan al ecosistema. Debe haber una verdadera educación ambiental”, menciona.

Marcos Benalcázar, ambientalista, coincide con su colega e insiste en la necesidad de que las autoridades del Municipio de Guayaquil y la Policía Ambiental ejecuten acciones de prevención para evitar que la flora y la fauna de la ciudad desaparezcan por causa de los incendios forestales. “Lo ideal es que haya un grupo de guardaparques en estos sitios; es decir, personal capacitado para el cuidado de los mismos”, recomienda.

Los incendios forestales no solo destruyen la flora y la fauna. También pueden ser afectadas otras áreas. “Son muy preocupantes porque en los alrededores de los cerros, donde se producen los siniestros, hay zonas residenciales, gasolineras y centros comerciales hasta donde llegan las cenizas que se convierten en un peligro para la salud de las personas”, manifiesta Elizabeth Moreira, residente de Los Ceibos.

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Ella cuenta con tristeza que en varias ocasiones ha visto, desde su casa, todo un proceso de incendio que muchas veces no puede ser controlado en un solo día por los bomberos, como uno de los ocurridos el 5 de noviembre pasado, en donde se tuvo que hacer uso de un helicóptero para apagar desde el aire el fuego.

Sebastián Ayala, abogado penalista, recuerda que el Código Orgánico Integral Penal (COIP) sanciona con 3 a 6 meses de prisión las quemas agrícolas o domésticas que no pueden ser controladas. La condena puede agravarse hasta tres años de prisión si la persona provocó un incendio en bosques o páramos. El castigo máximo, 16 años, ocurre si como consecuencia de ese delito fallece una persona.