Equipo El Legado Monte Sinaí
Lunes, miércoles y viernes, durante tres horas, las féminas entrenan en Monte Sinaí.Miguel Canales / Expreso

El Legado, goles de alegría y superación

Un equipo de 150 mujeres entrenan para distraerse y olvidar la violencia de género vivida. Son de Monte Sinaí y cambian la adversidad por anotaciones

Sus expresiones, los gestos, las carcajadas y las charlas hilarantes son el reflejo de la felicidad que sienten. En una cancha sintética del populoso sector de Monte Sinaí, al noroeste de Guayaquil, más de 150 niñas, señoritas y señoras corren tras un balón como parte de uno de los tantos entrenamientos del club de fútbol El Legado.

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En el grupo hay mujeres que sufrieron violencia económica, sexual y física, quienes durante tres horas, todos los lunes, miércoles y viernes, se olvidan del tormento que vivieron. Dicen que el juego les disipa los pensamientos negativos y cuando anotan un gol, son “las dueñas del mundo”.

Para ellas no importa si están en la cancha, si ‘comen’ banco a la espera de su oportunidad, o si están en las gradas... el deporte creó en ellas lazos muy fuertes.

La entrenadora es Rhome Rea, una víctima de abuso sexual en su niñez, quien en 2019 se unió a la fundación que lleva el mismo nombre del club donde entrena, y que lucha contra la violencia a la mujer, con el objetivo de impulsar un proyecto que las ayude. La amarga experiencia de Rea le permitió conectarse aún más con sus ahora dirigidas.

“De manera sigilosa nos acercamos a ellas para convencerlas de que se unan al equipo. Utilizamos el fútbol como una herramienta de superación y distracción, lo cual está ayudando para que recuperen la sonrisa que les arrebataron”, explica.

Equipo El Legado Monte Sinaí
Parte del equipo de mujeres que integran El Legado.Miguel Canales / Expreso

Deysi Ponce, de 31 años, es ama de casa, pero sus reflejos la han convertido en una gran atajadora. “Quiero ser un ejemplo para mis hijos. Motivarlos a que salgan de su zona de confort, sin importar la circunstancia. El fútbol significa una felicidad en mi vida”, dice sin titubear Ponce.

Angélica Villegas, de 39, decidió cuidar de su hogar para estar cerca de sus tres descendientes. Ella es fuerte para hacer las actividades en su casa, pero también necesita distracción.

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“A diario vivimos estrés. Tener todo listo en casa conlleva trabajo físico y tiempo. La única manera que encontré de olvidarme de lo malo es con el fútbol y eso les inculco a mis bebés”, expresa Villegas.

Anny Suárez, quien tiene apenas 12 años, se ha convertido en la dupla de éxito de Villegas. “Soy estudiante, así que para ocupar el tiempo vengo a entrenar. Soy joven, pero estar rodeada de mujeres adultas me está ayudando a entender cómo es la vida para nosotras. No siempre será color de rosa, pero los consejos de mis compañeras me han ayudado”, destaca.

Dayla Bajaña, de 16, es estudiante y amante al fútbol. Tanto así, que antes jugaba en torneos barriales de hombres en distintos puntos del Puerto Principal.

“Llevo muchos años jugando y es el primer equipo que he visto que ayuda a las mujeres de esta manera. No nos reunimos solo para jugar, sino que hacemos una convivencia. Es magnífico que tengamos este espacio que nos da felicidad”, acotó.

Equipo El Legado Monte Sinaí
En el equipo no hay límites de edad, ni cultura.Miguel Canales / Expreso

También va tras el balón Leydi Solórzano, de 22, una estudiante de Pedagogía Informática y la encargada de dar las asistencias a sus compañeras. “Soy amante al fútbol y recién aquí encontré un equipo donde nos dan la oportunidad, no nos excluyen y tenemos un espacio para convivir entre nosotras, lo que nos ayuda a olvidar muchos problemas personales”, afirma.

Carmen Reyes, a sus 42 años, ha sufrido dos fracturas en sus dos piernas disputando torneos barriales. Pese a ello, su perseverancia le da fuerzas para seguir ‘anotando’, tanto en la cancha como en su hogar.

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“Mis dos hijas menores aman el fútbol, pero no podían entrenar porque solo encontraban equipos de hombres. Las mujeres podemos pasar por situaciones difíciles, en casa o en la calle, pero lo importante es levantarse. Y grupos como este ayudan a que salgamos de algún hueco”, destaca Reyes.

Por su parte, Éricka Villamil, de 27 años, es estudiante de corte y confección y la encargada de hacer goles: Tan buenas son sus definiciones que bien pueden merecerse el Premio Puskas al mejor gol del año en la división amateur.

La veinteañera comentó que “lo poco que tenemos hay que aprovecharlo. La belleza de la mujer radica en su bienestar y sonrisa, y por medio de este equipo la tenemos. Nuestra sonrisa crece con cada gol”.

Ellas no buscan la estelaridad, ni las cámaras en el fútbol; al contrario, no quieren llamar la atención para seguir creciendo sin tanto alarde. Lo único que quieren es tener un espacio que las ayude a superar el pasado violento que sufrieron y que otras mujeres se unan.