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El argentino Diego Maradona en uno de los momentos cumbres de su carrera levantando el trofeo en el Mundial de México 86.Cortesía

Diego se fue, pero Maradona es eterno

El astro argentino, quien para muchos ha sido el mejor futbolista de la historia, falleció ayer dejando huellas imborrables con el balón

La pelota no se mancha, la pelota llora porque Diego Armando Maradona, el astro del fútbol mundial, falleció ayer a los 60 años. La conmoción en el planeta fue general, los antecedentes de su deteriorada salud parecían quedar atrás cuando los amantes de su magia dentro de la cancha se resistían a creerlo, que el último viaje del Pelusa había llegado, que esta vez no pudo gambetear su partida terrenal, como una vez ya lo había hecho.

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Ahora la leyenda del ‘10’, del D10S, del Barrilete Cósmico, se agiganta, pero asimismo deja un espacio vacío que será difícil de llenar para muchos, que lo catalogaban como el mejor futbolista de la historia, un debate que siempre estará abierto, pero del que nunca se dejará de mencionar a Maradona, ese que con una pelota llevó alegrías no solo a los argentinos, sino a todos los habitantes del planeta que los domingos, o el día en que el volante se ponía los pupos, desplegaba su arte con los pies y cabeza, porque era cerebral y visionario al punto que lo difícil lo hacía fácil.

Es que no hay un rincón del mundo donde alguien no se haya quedado atónito al ver un gol de Diego, un milimétrico pase en profundidad, un magistral tiro libre o simplemente una cascarita, porque todo lo que hacía con la pelota llevaba encanto, ese que las generaciones actuales buscan en videos y se sorprenden tanto como los que vieron en vivo sus genialidades entre sus inicios a finales de los setenta y su retiro cerca del 2000.

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Diego Maradona en el banquillo de Gimnasia y Esgrima, club del que era entrenadorEFE

Maradona, ese personaje con virtudes y defectos, que llegó a la cima y tocó fondo, que se cayó y se levantó una otra y vez, ya no está físicamente, ahora es eterno, algo para lo que se preparó día a día dentro de una cancha, donde dejó lo terrenal, para ser inmortal.