
El terrorismo espacial deja de ser ciencia ficción y se convierte en una amenaza real
El acceso al espacio se ha vuelto más abierto y accesible, lo que convierte al terrorismo espacial en una amenaza concreta
El avance tecnológico y la reducción de costos han permitido que empresas privadas e incluso individuos accedan al espacio, un ámbito antes reservado a los Estados. Esta apertura ha impulsado la innovación, pero también ha generado vulnerabilidades sin precedentes.
Durante la última década, la proliferación de compañías espaciales comerciales ha eliminado muchas barreras de entrada. Ahora, actores no estatales pueden lanzar ciberataques contra satélites y estaciones terrestres, afectando desde comunicaciones hasta sistemas de defensa.Es muy probable que aún no existan marcos jurídicos preparados para dar respuesta a esta nueva problemática.
En 2022, el grupo NB65, vinculado a Anonymous, presuntamente pirateó la agencia espacial rusa Roscosmos en protesta por la guerra en Ucrania. Aunque el daño fue limitado, el incidente mostró la creciente capacidad de los grupos no estatales para perturbar infraestructuras críticas.
Un vacío legal en el cosmos
El Tratado sobre el Espacio Exterior de 1967, base del derecho espacial, fue redactado cuando solo unos pocos Estados tenían presencia en órbita. Promueve la cooperación pacífica, pero no contempla la actuación de entidades privadas ni de agentes no estatales.
Algunos especialistas sugieren conceptualizar el terrorismo espacial como la destrucción motivada por razones ideológicas dirigida contra la industria aeroespacial. Esta definición reconoce la dimensión económica del fenómeno, pero deja de lado los aspectos vinculados a la seguridad nacional que son propios del ámbito espacial.
Por su parte, el Convenio sobre la Responsabilidad de 1972 tampoco ofrece cobertura frente a estas amenazas, ya que se limita a regular daños ocasionados entre Estados y no contempla ataques de índole ideológica o cibernética. Esta carencia normativa genera un vacío inquietante, pues permanece sin respuesta la cuestión de quién debería asumir la responsabilidad si un grupo terrorista llegara a sabotear un satélite de carácter comercial.
Riesgos crecientes
Existen antecedentes inquietantes. En 1999, el satélite militar británico Skynet fue supuestamente hackeado para exigir un rescate. Más recientemente, Rusia ha sido acusada de interferir señales de satélites británicos, afectando tanto comunicaciones civiles como militares.
Estos casos reflejan una tendencia: el espacio está dejando de ser un entorno exclusivamente científico para convertirse en un nuevo campo de disputa geopolítica.
Urge un marco internacional
La ONU, a través de la Oficina para los Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA), ha comenzado a tratar el tema, pero los esfuerzos son aún limitados. Los expertos proponen que la organización lidere la creación de leyes y protocolos internacionales que definan el terrorismo espacial, regulen la notificación de incidentes y establezcan responsabilidades claras.
El terrorismo espacial ya no es una amenaza hipotética, sino una realidad emergente.
Sin un marco jurídico sólido, normas de cooperación y mecanismos de rendición de cuentas, la humanidad corre el riesgo de transformar la última frontera en el próximo campo de batalla.
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