
Los vueltos a casar pueden comulgar, si no se tocan
25.468 divorcios se registraron en el país en 2017, según el Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos.
Casados, pero castos. Lo que podría sonar como una oración incongruente, para el cardenal de Lisboa, Manuel Clemente, es un designio divino.
El religioso escandalizó al mundo dando una serie de directrices a sus sacerdotes, entre los que se incluía una disposición inusual; los católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil pueden comulgar, siempre y cuando no se toquen.
Según Clemente, la revelación le llegó tras un exhaustivo estudio de la exhortación ‘Amoris laetitia’ del papa Francisco, texto que aborda las “situaciones familiares irregulares” y plantea la posibilidad de la comunión a los divorciados.
El dictamen rápidamente lo enfrentó con los propios religiosos, alzando voces a favor y en contra dentro de la Iglesia.
En el país, la disposición también divide. El padre César Piechestein, vocero de la Arquidiócesis de Guayaquil, considera que el cardenal Clemente está en lo correcto. “Las personas divorciadas que viven en unión con alguien más están incumpliendo el sacramento del matrimonio, de comulgar estarían cometiendo un pecado gravísimo”.
Pero no todos son tan rígidos. “El papa Francisco ha propuesto analizar caso por caso en cuanto a la situación de las parejas divorciadas. Es un tema polémico, pero hay que tener en cuenta que hay separaciones que se dan por violencia intrafamiliar u otras circunstancias”, dice el padre José Dávila.
La principal disyuntiva, sin embargo, viene directamente para las parejas a las que atañe el decreto.
Norma Alejandro, presidenta de la agrupación ‘Pastoral de divorciados vueltos a casar’, considera que se trata de un pedido alejado de la realidad. “Es imposible de cumplir, sobre todo porque la Biblia también exige que los casados se ‘entreguen’ el uno al otro. Hay facciones de la Iglesia que se resisten a abrirse para incorporar a personas que se encuentran en situaciones que no son ideales a los ojos de Dios”, expresa.
Daniel Cruz, miembro de esta misma organización guayaquileña, admite haberse tomado la noticia con ligereza. “Me reí. Es un intento de ‘flexibilizar’ una regla, con una exigencia imposible. Al menos, en mi caso, yo he hecho mi paz con no volver a comulgar. Creo que hay otras maneras de servir”.
El ‘viacrucis’ de la nulidad matrimonial
Para los colectivos de católicos divorciados, un problema que complica su situación es el largo proceso para obtener la nulidad matrimonial. Pese a que el papa Francisco facilitó el trámite a fines de 2015, en promedio, este tarda entre tres y cuatro años. La petición debe pasar por un Tribunal Eclesiástico y, a la vez, los involucrados deben demostrar las causales para la separación (bigamia, coerción, impotencia, etc.) con testigos. En el país, se registran cerca de 50 pedidos cada año.