Vivimos en un narcocontinente

El tema es delicado. Conmueve a todos los países del continente, de norte a sur.

(Pensemos, si se duda, en lo que acaba de ocurrir en México tras la captura de uno de los hijos del Chapo Guzmán.)

Un reciente informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (Unodc) determina que de los 18,2 millones de consumidores de estupefacientes derivados de la hoja de coca que se calcula existen en el mundo, la mitad está en el continente americano y un 34 % de ellos en Norteamérica.

Con esos gigantescos volúmenes de “mercado” no es difícil entender que haya surgido, casi que en condición de inevitable, una agresiva narcopolítica que ya ha tomado control de algunos de nuestros países y trata de alcanzarlo en otros.

Sé bien, por experiencias, que este tipo de anuncios nunca es bien recibido.

Cuando hace más de una década advertí sobre el riesgo de convertirnos en una narcodemocracia, no faltó quien califique de desafortunadas a mis declaraciones al respecto. El paso de los días ha probado, lamentablemente, que no estaba equivocado. Lo que ocurre es que ciertos asuntos producen como mecanismo de defensa una acomodaticia negación.

Visto lo que ahora podemos observar en el Ecuador pero también, casi sin excepción en todo el continente, trátese de indicadores de producción, tráfico o consumo, y cuando las sospechas de vinculaciones incluyen a grupos guerrilleros o presidencias de las repúblicas, pienso que no se hace bien en mirar para otro lado.

Una primera acotación tiene que ver con la forma de enfrentar el flagelo. Pareciera que hacerlo como un combate que incluye acciones bélicas contra los productores de coca no ha dado resultados significativos. Tampoco la persecución a los capos que la trafican, que con la cantidad de dinero que manejan lo pueden comprar casi todo, incluso resultados electorales.

Conviene que el mundo reflexione sobre cuáles deben ser las medidas más cuerdas a seguir y, mientras tanto, vigilar que por elecciones o golpes de fuerza no continúen tomándose el gobierno de los países.

¿Será la legalización debidamente controlada el camino?