Viva que fiesta
El proyecto de Ley de los Feriados, aprobado recientemente por la Asamblea Nacional, y enviado al Ejecutivo para su aprobación o veto, ha sido planteado bajo la motivación de incentivar el sector turístico y los negocios que giran en torno a él.
A simple vista resulta loable la motivación y finalidad de dicha ley, que reforma no solo la Ley Orgánica de Servicio Público, sino también el Código de Trabajo, ya que según sus proponentes, esta ley representaría una generación de, aproximadamente, doscientos millones de dólares para el sector turístico.
Presentadas así las cosas, todo parecería beneficioso, pero en realidad, cabría la posibilidad cierta de que no pase a ser más que un fuego artificial, un gancho populista dentro de una campaña escasa de propuestas por parte del candidato gobiernista y de coincidencias de propuestas en la denominada oposición.
Para aterrizar un poco esta ley, que espera la aprobación o veto parcial o total por parte del Ejecutivo, debemos considerar que si bien es cierto se calcula que en el mejor de los casos la puesta en vigencia de la ley representaría unos doscientos millones de dólares para el sector turístico en general, no es menos cierto que el país perdería alrededor de trescientos millones por dejar de producir en dichos feriados. Si a lo anterior le agregamos que a la economía ecuatoriana le falta liquidez, y así lo demuestran las últimas medidas tomadas sobre el incremento del encaje bancario y la fallida resolución para “obligar” a aceptar transacciones en dinero electrónico, se deja entrever claramente que el “supuesto beneficio” es más plataforma de campaña que fórmula de reactivación económica.
Ante la alta tasa de desempleo pleno, falta de circulante y sobreendeudamiento en dinero plástico, digamos que confluyen la mayoría de los elementos que harían prever que la “afluencia” turística no logre la finalidad deseada. Si a esto le sumamos que los días de descanso forzoso son pagados con un recargo del 100 % de acuerdo al Código de Trabajo, las “ganancias” se esfumarían como pompas de jabón. ¿Viva qué fiesta?
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