Ida. Ocho de los amigos argentinos en el aeropuerto de Rosario, el 28 de octubre, antes de partir a Nueva York.

Era el viaje perfecto pero la muerte llego

Diez amigos de toda la vida, compañeros del colegio, paseaban juntos en bicicleta por Nueva York para celebrar una fecha especial: los 30 años transcurridos desde su graduación en el Instituto Politécnico Superior General San Martín de Rosario, el Poli

Era el plan perfecto. Tanto que llevaban preparándolo casi un año. Diez amigos de toda la vida, compañeros del colegio, paseaban juntos en bicicleta por Nueva York para celebrar una fecha especial: los 30 años transcurridos desde su graduación en el Instituto Politécnico Superior General San Martín de Rosario, el Poli, una de las escuelas más conocidas de la ciudad de Lionel Messi, del Che Guevara y de Roberto Fontanarrosa. Durante esos 30 años el grupo se juntaba a menudo y organizaba encuentros grandes cada año. Pero este era muy especial. La foto que muestra a ocho de ellos con la misma camiseta en la que se lee ‘libre’ justo antes de tomar el avión desde Rosario hacia EE. UU. da idea de la euforia por el viaje que les devolvía de alguna manera a la adolescencia.

La mayoría empresarios, ingenieros o arquitectos con importantes responsabilidades, vivían este momento como el más importante del año. “El Poli es como una gran familia, una hermandad sin distinción de clases sociales, porque es público. Cada año vamos todos a la escuela con el taburete que tallamos cuando éramos alumnos. Es una locura, habían ido a celebrar la amistad, eran todos buena gente y están muertos, se me revuelve el corazón”, cuenta Lali Racca, exalumna de la misma generación que conocía a dos de sus cinco compatriotas fallecidos en el atentado, que también se cobró la vida de una belga de 31 años y de dos estadounidenses.

El más exitoso de los fallecidos, el empresario Ariel Erlij, de 48 años, organizó todo y financió parte del viaje de otros compañeros, algo que según Racca es frecuente entre exalumnos del Poli. Era una gran fiesta, pero acabó de forma trágica. Murieron el propio Erlij, Hernán Mendoza, Diego Angelini, Alejandro Pagnucco y Hernán Ferruchi, todos entre 48 y 49 años. Los demás se salvaron por centímetros. Uno de ellos, Martín Marro, quedó herido pero ya está fuera de peligro. Él era precisamente el principal motivo por el que habían elegido EE. UU. como destino, pues se instaló en Boston hace unos años. Así que la excusa de reencontrarse con él, también de la promoción del 87, era perfecta para organizar el viaje. La celebración debía terminar hoy con una gran fiesta en Rosario para festejar los 30 años, donde se unirían todos los que no pudieron viajar.

Las familias argentinas, destrozadas, estaban viajando ayer a Nueva York para repatriar los cadáveres. Algunas aún no habían encontrado la manera de contarle a sus hijos adolescentes que sus padres habían muerto de la manera más terrible imaginable.

“Nosotros ya tuvimos los atentados de la AMIA y la embajada de Israel [en los 90], ahora tenemos argentinos afectados en distintos atentados. No existe la seguridad total, ni siquiera en EE. UU., pero no podemos cambiar nuestra forma de vida”, dijo el canciller argentino, Jorge Faurie.