El buque. El Orión ha servido de base para muchas investigaciones.

Un viaje a los 35 anos del Orion

Cada cierto tiempo, el Buque de la Armada del Ecuador (BAE) Orión se lanza en una travesía obligada: cubrir 1’260.000 kilómetros cuadrados del mar territorial tras los indicios de El Niño.

Cada cierto tiempo, el Buque de la Armada del Ecuador (BAE) Orión se lanza en una travesía obligada: cubrir 1’260.000 kilómetros cuadrados del mar territorial tras los indicios de El Niño. Es parte de su tarea. Para eso el Instituto Oceanográfico de la Armada (Inocar) pidió su construcción.

La mayor parte de sus viajes los cumplió en aguas nacionales, dice Luis Morales Auz, su capitán. Aunque en tres ocasiones viajó a la Antártida.

“Si no hubiese sido por el Orión, al país se le hubiese complicado instalar la estación científica Pedro Vicente Maldonado en la Antártida”, destaca el oceanógrafo Eduardo Zambrano. Como él, cientos de investigadores, nacionales y extranjeros, viajaron en el Orión.

Es vigilante permanente de las condiciones oceanográficas. Sus investigaciones permiten al país sustentar derechos en su soberanía. Como la reciente suscripción del acuerdo de límites marítimos con Costa Rica y Colombia. Ecuador calcula la extensión de sus aguas continentales con otros 450.000 kilómetros cuadrados.

Aunque la fecha del aniversario es el sábado, la dotación del buque, al mando de su capitán, se cita esta mañana en su cubierta para rendir un emotivo y sencillo homenaje.

Tras los rastros de el Niño

Cuando el nuevo Orión se lanzó en marzo de 1988 a rastrear las condiciones océano-atmosféricas de El Niño, Eduardo Zambrano Quiñónez ya llevaba 16 años en esas tareas. En aquella etapa, permanentemente se embarcaba en este buque de investigación. Solo en busca de las condiciones de El Niño realizó 90 recorridos: “El Orión es un barco seguro, nunca estuvimos en una situación de riesgo”.

Por un lugar en el polo sur

El 15 de septiembre de 1987, Ecuador se adhirió al Tratado Antártico. En julio de 1988, un grupo de marinos, entre estos Becker Pico Vargas, propusieron al presidente León Febres-Cordero el envío de un grupo de científicos para ratificar el acuerdo. El pedido fue aceptado. El 1 de diciembre partió la expedición, con 68 personas a bordo del BAE Orión, capitaneado por Pico. Así Ecuador viajó en busca de su lugar en el Polo Sur.

Anclar una boya a 1.800 metros

Rafael Cabello Peñafiel capitaneó el Orión en 2002, pero ya antes había formado parte de los distintos cruceros que esta embarcación realizaba cada año. En sus días como capitán, el buque sembró a 1.800 metros la primera boya oceánica con la que el país comenzó a vigilar las condiciones del mar. “Esta expedición le permitió al investigador Eduardo Zambrano registrar una contracorriente submarina que viaja desde Perú”, resalta este marino, quien calcula que a bordo del Orión recorrió 64 mil millas (102.998 kilómetros). Un récord personal.

Un detector de tsunamis

No fue un viaje fácil, requirió abrirse 60 millas (96.560 kilómetros) frente a la costa de Manta para anclar un cable a 2.200 metros. El viaje que en 2011 capitaneó Jhony Correa Aguayo supuso un esfuerzos logísticos de importancia para el país: la ubicación de la primera boya de detección de tsunamis. Actualmente, Ecuador tiene dos (otra se ubica en Esmeraldas). La de Manta está anclada a 1.600 metros de profundidad.

Una mujer llega a la Antártida

Silvia Allauca Mendoza tenía 26 años y era oceanógrafa. Su profesión la obligaba a mirar permanentemente hacia el mar. Sin embargo, llegar a la Antártida fue lo más grande que logró en su vida. ¿Peligroso? Lo fue, por el frío intenso, por esos dos o tres días que implicó atravesar el Paso Drake, uno de los pasajes más temibles de los mares del mundo, con olas que alcanzan los 8 y 10 metros. Pero su nombre aparece en el registro de la Marina como una de las dos primeras mujeres ecuatorianas que consiguieron llegar a la Antártida.

Un músico atrapa los sonidos del fin del mundo

Schuberth Ganchozo apuntó que los 28 días que pasó registrando sonidos de la Antártida le marcaron la vida: “Soy distinto desde ese viaje”. El músico fue parte de la séptima expedición, la última del Orión hacia el Polo Sur. El suyo fue un trabajo particular: captar el canto de las aves marinas, el eco proveniente de los cerros aledaños a la estación Pedro Vicente Maldonado. Sonidos que le permitieron crear un disco con música procedente de ese ambiente extremo.