Venezuela y su laberinto

La dolorosa crisis que sufren los venezolanos ha multiplicado comentarios. El impacto que produce conocer la escasez de alimentos, falta de medicamentos, deficitarios suministros de luz y agua, desempleo creciente, inseguridad reflejada en asaltos, saqueos, asesinatos, falta de garantías para expresar libremente opiniones, generando temores entre sus habitantes, ha creado un ambiente de angustia e incertidumbre sobre la patria de Simón Bolívar. El inmenso legado histórico del Libertador ha sido utilizado para bautizar un fallido proyecto político, al que se ha denominado “revolución bolivariana”, que está muy distante del pensamiento e ideales de tan eximio líder latinoamericano.

La preocupación aumenta en la comunidad internacional al observar el laberinto existente, que imposibilita encontrar salidas a través de los mecanismos constitucionales vigentes. Hay una radicalización de posiciones que dificulta un desenlace legítimo. Lo democrático es convocar a un referéndum, pero ese planteamiento propuesto por la Asamblea Legislativa está siendo bloqueado por el poder Ejecutivo, que tiene el control de los poderes Judicial y Electoral, e incluso injerencia sobre las Fuerzas Armadas, cerrando posibilidades a un pronunciamiento genuinamente popular. En ese nublado panorama debe aplaudirse la leal postura con la democracia asumida por el actual secretario general de la OEA, Dr. Luis Almagro. Ojalá logre el respaldo suficiente para que Venezuela supere tan difícil momento. Esa postura no excluye la mediación emprendida por tres expresidentes de España, República Dominicana y Panamá.

Cualquier argumento que se esgrima para justificar el malestar social que vive Venezuela es pretender esconder o encubrir hechos que no dejan espacio para interpretaciones sesgadas. Queda la esperanza de que al menos se recuerde la frase premonitoria de Bolívar: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. Él quería unir lo que otros desunen; sabía muy bien que agotada la posibilidad de una convivencia pacífica solo queda la confrontación, con el peligroso desenlace de una guerra civil y esa opción es sencillamente inhumana.

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