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Venezolanos se adaptan al comercio de los manjares quitenos

Para muchos era la primera vez que probaban los pristiños, el morocho o las humitas. Los ‘chamos’ quedaron encantados con los sabores.

Los comerciantes extranjeros aprendieron a preparar algunos productos tradicionales

Los clásicos helados de crema, típicos del Centro Histórico de Quito, hoy son voceados con acento venezolano. Aunque el postre, hecho en máquina, está disponible todo el año, durante las fiestas de la capital, es más común verlo en cada esquina.

Yaniela Herrera llegó desde Caracas a Quito hace tres meses, luego de probar suerte en Ibarra, Imbabura, y hoy la venta de los helados de crema se ha convertido en su sustento del día. “En mi país pues no los venden así, hay helados obvio, pero son de ciertas marcas, empacados”, describe.

Es así que Yaniela, además de vender el producto en las principales calles de Quito, aprendió a elaborarlo. “Se necesita crema de leche y las frutas. El resultado es muy bueno, a la gente le encanta el de maracuyá con chocolate”, narra.

Para la joven, adaptarse a una nueva cultura gastronómica no ha sido sencillo y recuerda que en su natal, lo más parecido a helado artesanal son las tetas, una especie de bolo hecho con frutas y dulces, que se distribuyen en una fundita anudada.

“Unos amigos las hacen para vender, pero son en realidad los mismos venezolanos quienes las compran. No hemos podido hacer que los quiteños las prueben y saben muy bien”, agrega.

Más golosinas

Otro producto tradicional al que han tenido que adaptarse los ‘chamos’ son los pristiños con miel. Este postre está hecho con una masa de harina que luego se pasa por aceite. No fue hasta que Yordi Castillo encontró trabajo en una feria gastronómica, que pudo probar el platillo.

“Saben bien por la miel que tiene panela. En Venezuela la usamos muchísimo para hacer papelón (jugo de limón con panela). Además es mucho más sana que el azúcar”, precisa.

Mientras vendía los pristiños, en el puesto de al lado descubrió una bebida tradicional de Ecuador llamada morocho. “Me encantó, es dulcesito y espeso como una colada, pero tiene algo masticable”, resume.

Lo de sal

Francismar Rojas intentó introducir sus hallacas (una especie de tamal relleno de carne, cerdo o pollo) a las ventas de fiestas de Quito. “A algunos les agradó mucho. Decían que es similar a sus tamales, pero otros me preguntaban si no vendo humitas”, refiere.

Aunque le quedó la curiosidad, la joven, oriunda de Maracaibo, no se atreve a preparar las tradicionales humitas, sobre todo porque una de sus vecinas le explicó que el proceso es bastante laborioso.

“Me dijo que hay que desgranar el choclo, molerlo para luego hacer la masa que debe estar en su punto para que no se pase. Además se debe conseguir las hojas para la envoltura y no me siento lista para ese reto”, manifiesta.

Pese a que Rojas no se animó a prepararlas, buscó un lugar que las prepara, tanto para probarlas como para revenderlas con el fin de complacer a sus clientes. “Me gustó mucho el sabor, el queso le da un toque muy agradable”, concluye.