Diversión. En el reencuentro no faltaron quienes optaron por un baile luego de la cena. Hubo música tropical.

Urdesa, una casa querida que aun reune a sus hijos

El pasado viernes se realizó el Segundo Reencuentro Urdesino. La nostalgia asomó como invitada a la cita. Muchos esperan que mejore la seguridad.

Afuera, un país reclama por medidas económicas, indígenas se asoman a Carondelet para pedir que salga el presidente y transportistas ponen a dedo el precio del pasaje. Aquí adentro, en el salón de un hotel de Urdesa, el clima está algo más disipado. Es la noche del pasado sábado.

El sonido de una salsa de los ochenta abraza el bufé y pone el toque divertido a la fiesta. Algunos hacen fila para servirse bocaditos, otros ya están sentados en una de las mesas que reciben a los invitados del Segundo Encuentro Urdesino. La nostalgia suele ser un placebo de la convulsión social. Esta no es la excepción.

Son como setenta. Hay hombres y mujeres mayores de edad. Usan vestidos, tacones, camisas, trajes semiformales y móviles que de vez en vez encienden para capturar fotos y subirlas al grupo de Facebook que hoy los trae acá, Pioneros de Urdesa.

Martha María Boloña anda apurada por allí. Acomoda los nombres de los invitados en un recipiente de vidrio y se fija que todo marche bien. Está feliz. Es la segunda vez que los urdesinos deciden festejar la memoria de la ciudadela más antigua de Guayaquil y todo está tal como se planeó: baile, cena, bocaditos, conversación, y, por supuesto, los sorteos.

Esa siempre fue la idea, defiende Martha María, compartir con las familias de hace muchos años, aquellas que fueron pioneras en la ciudadela.

Casi se les cae la fiesta. El paro y todo lo que pasa afuera de aquí, con saqueo y todo incluido, hicieron temblar la velada. Al final, el hotel la adelantó dos horas de la prevista. Con todo y cambio, a las 20:30 ya todos habían llegado.

“Urdesa es una casa a la que siempre se regresa”, describe nostálgica Martha María, quien ha dejado de lado su tazón con papelitos y se ha sentado con EXPRESO a recordar.

Como muchos de los que llegaron hoy, ella ya no vive en su Urdesa, como le llama; pero como todos, siempre vuelve al barrio, aunque sea para tomarse un café.

Creció aquí. Era fanática de Epicentro, un lugar de diversión nocturna muy nombrado en su época de adolescencia. Añora hoy el tiempo en que se podía estar en una calle, tranquilo, conversando o tomando algo, algo casi imposible hoy, “que pasa una moto y uno tiene que salir corriendo”.

“Se debe proveer de más seguridad a Urdesa y trabajar por la integración de las familias que aún quedan aquí”, solicita a la autoridad competente, el Municipio.

Dentro del salón, la gente ríe. Algunos deciden despojarse de sus preocupaciones y salen a la pista. Suena algo tropical ahora. Un grupo de bailarines prende fuego al piso. Otros usan la sobremesa para saber cómo anda el mundo ahora en la ciudadela.

Si algo queda claro esta noche, es que la amistad de los urdesinos está intacta a través de los años. Habla Sylvia Villacrés, la otra organizadora. Está feliz también, porque la aceptación que tuvo el primer encuentro, que se hizo en enero, se nota esta noche. “Hasta vinieron quienes no pudieron antes”.

Al reencuentro de los urdesinos asisten los que hacían fiestas en el parque de Urdesa y disfrutaban allí de grupos musicales. Siempre fue un barrio muy alegre, resalta ella. La pista del salón, llena, le da la venia a sus palabras.

Julio Durán es de los vecinos fundadores y ama este reencuentro. “Son iniciativas excelentes, que permiten el contacto con los amigos que no vemos hace mucho. Ahora mismo hallé a una joven (ríe)... Estuve en su quinceañera. Es maravilloso”.

“Somos una gran familia. Urdesa es mi niñez, mi muchachada. Era una ciudadela sin muros, con mucha vegetación, con un estero de aguas transparentes, donde pescábamos y navegábamos en balsas”.

Martha Béjar es el pilar de esta reunión. Es la presidenta de la Fundación Asociación Cívica y Cultural de Urdesa y ha sido una pieza fundamental para ambos reencuentros.

Hoy vino de turquesa, con una bufanda de tonos tierra. Está igual de emocionada que todos. “Es que Urdesa vive, Urdesa llama, es sencillamente bella”, comenta, sentada en un sillón afuera de la fiesta.

Es Urdesa la ciudadela que la vio casarse. En la iglesia Redonda, cuando aún no estaba remodelada. “Cuatro entradas con alfombra roja. Fue hermoso”. Ese es su mejor recuerdo del lugar que ama, su hogar.

Coincide con todos en que el que se haya convertido en comercial incidió profundamente en la seguridad, y confiesa que ahora, pasada cierta hora, evitan salir de las casas.

La fiesta continúa, entre risas, bailes y recuerdos que afloran y dibujan momentos que se le escapan a la historia de la ciudadela más importante del norte de Guayaquil. Ellos quieren que Urdesa mantenga su esencia. Lo están logrando.