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Un delegado del Caces durante el proceso de evaluación de las universidades y escuelas politécnicas del país, 2019-2020.Cortesía

La última evaluación a las universidades no dice cuáles son las mejores

La acreditación tuvo un bajo nivel de exigencia: bastaba con 10 de 20 estándares y hasta menos. Según el Caces, los resultados no se pueden comparar.

La información publicada en días pasados dice que 52 de 55 universidades y escuelas politécnicas públicas y privadas del país obtuvieron una acreditación por cinco años por parte del Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Caces), tras aprobar la evaluación institucional. Lo que no dice el organismo es cuáles obtuvieron los mejores o peores resultados en este proceso, el tercero que se cumple en doce años.

En 2008 y 2013 los resultados sirvieron incluso de base para establecer categorías y agrupar a las universidades en orden descendente de calidad. En cambio ahora, según afirma el Caces, los datos de una universidad no se pueden comparar con los de otras. Es más, ni siquiera con los obtenidos por la misma entidad en los dos citados años anteriores, asegura.

Una de las razones, según el presidente del Caces, Juan García Samaniego, es que los indicadores esta vez se valoraron de modo cualitativo y no cuantitativo. Y que consideraron ‘estándares’ diferentes a los de las evaluaciones precedentes, con excepción de cuatro variables.

No obstante de esa aseveración, los ejes o criterios evaluados son los mismos: docencia, estudiantado, investigación, vinculación con la sociedad e infraestructura o condiciones.

Donde hay diferencia notoria es en la cantidad de indicadores finales o globales que se debían aprobar y que este modelo llama ‘estándares’. Los dos primeros tenían más de 50. Este último los redujo a 20 (ver la lista en el cuadro adjunto).

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Para obtener la acreditación, bastaba con aprobar 10 de esos 20 estándares, cualesquiera que fueran. Es decir, con solo el 50 %. O incluso con menos, según la excepción que establece la normativa respectiva.

Así, aprobaron 52 de las 55 universidades y escuelas politécnicas evaluadas, pero sin que esta vez el organismo encargado efectuara ninguna distinción entre ellas. Según sostiene el Caces, no es posible determinar cuáles obtuvieron los mejores o los peores resultados, dado que, como ha dicho, no se los puede comparar.

Algo con lo que, al parecer, no todas las instituciones de educación superior que participaron están de acuerdo.

“Este criterio fue motivo de disenso en el sistema y como institución no lo compartimos”, dice la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol).

“En el mundo académico existen variados modelos de categorización y acreditación. Consideramos que siempre será más importante y mejor para el sistema, la transparencia dentro del modelo de acreditación”, manifiesta a EXPRESO la rectora, Cecilia Paredes.

El modelo anterior tributaba en términos de presupuesto a las mejores posicionadas

Cecilia Paredes, rectora del a Espol

A su criterio, factores como la madurez institucional, énfasis académico, relaciones internacionales, así como las actividades de vinculación, son variables que deben ser conocidas para que los ciudadanos y, en especial, los jóvenes y sus padres, conozcan con mayor detalle las fortalezas, oportunidades y especificidades de las instituciones y/o carreras que están eligiendo.

La Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) afirma que, en su momento, fue una de varias instituciones que criticaron el modelo, pero que al ser aprobado por el Caces, se sometieron a ese proceso y lograron acreditarse.

Pero reconoce que los resultados no se pueden comparar. “El modelo no evaluó rendimientos, sino cumplimiento de condiciones mínimas, y fue diseñado para homogeneizar el sistema de educación superior”, expresa la vicerrectora académica, Eliana Molina.

La Universidad San Francisco de Quito (USFQ), en tanto, comparte la decisión de no hacer distinciones entre los resultados obtenidos. “Debe ser posible (hacerlas), pero no es el propósito de una acreditación”, dice el rector, Carlos Montúfar.

Este modelo de evaluación, aplicado entre 2019 y 2020, fue aprobado en junio del año pasado por el Caces, un organismo que nació con la reforma efectuada en 2018 a la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES), vigente desde 2010.

La evaluación de 2008 la efectuó el Consejo Nacional de Evaluación y Acreditación (Conea), creado por la Asamblea Constituyente de Montecristi.

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Al igual que los dos procesos anteriores de 2008 y 2013, la evaluación institucional incluía infraestructura o condiciones institucionales.Cortesía

En cumplimiento de su disposición, el Conea cerró de modo definitivo 14 entidades particulares y evaluó a 75 universidades, a las cuales clasificó en cinco categorías, de la A a la E. El último grupo fue el más numeroso, con 26.

Impulsado por el gobierno de Rafael Correa, en 2013, el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Ceaaces), creado por la LOES en 2010, realizó una segunda evaluación a las universidades y escuelas politécnicas.

Basado en los resultados, el Ceaaces redujo las categorías a cuatro. En la A, las 11 universidades de 2008 bajaron a 4: Espol, San Francisco de Quito, Escuela Politécnica Nacional y Escuela Politécnica del Ejército.

También sobre esa base, en 2015 la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) señaló que la Espol era la mejor universidad del país.

El modelo de evaluación fue diseñado para homogeneizar el sistema de educación superior.

Eliana Molina, Vicerrectora Académica de la UEES

De manera coincidente, las universidades de las entonces categorías A y algunas de la B han aparecido también como las mejor ubicadas del país en los rankings internacionales.

Sin embargo, los dos modelos aplicados y las categorías establecidas fueron cuestionados por sectores universitarios.

Una de las quejas era que ubicar a universidades en una última categoría “estigmatizaba” a la institución y, por extensión, a sus estudiantes.

Otro reparo era que no se debía medir con el mismo instrumento a universidades públicas y particulares; o a entidades antiguas y con decenas de miles de alumnos; con otras de menos de 20 años de creación y poco más de mil estudiantes.

En ese contexto, ya en el gobierno de Lenín Moreno, la reforma a la LOES de 2018 eliminó las categorías. Y el año pasado, el Caces, creado en esa reforma en reemplazo del Ceaaces, elaboró el modelo de evaluación aplicado esta vez.

Y, como ya se ha indicado, en días pasados informó de la acreditación de 52 de 55 instituciones, sin establecer ninguna diferencia entre ellas.

“No es el reflejo de la realidad actual de cada institución porque inclusive, hay parámetros que aún no se han evaluado en los modelos de acreditación nacional, como la internacionalización”, insiste la vicerrectora de la UEES, Eliana Molina, tras reiterar que el objetivo de este modelo fue homogeneizar el sistema de educación superior.

Según la rectora de la Espol, Cecilia Paredes, es “muy positivo” que los estudiantes y el país en general tengan acceso a información que muestre los desempeños de cada universidad. “Sin embargo, esto debe darse si el modelo es adecuado a la función misional de las instituciones, de manera que se pueda comparar sus actividades coherentemente”.

Por ello, los tres directivos coinciden en sugerir al público tomar en cuenta como referencias algunos rankings internacionales específicos; o las acreditaciones internacionales obtenidas en ciertas áreas.

Poca utilidadSi es verdad que los resultados de esta evaluación no son comparables, eso le impide al país establecer una línea de tiempo o curva de evolución de la situación de la educación superior, como complemento de los datos obtenidos en 2008 y 2013.