Ucrania pone el payaso

En los inicios del siglo XXI, El ala oeste era la serie de televisión favorita de muchos. Trataba de una administración estadounidense de ficción que luchaba contra el terrorismo sin librar guerras sobre una región o religión enteras, se negaba a pisotear el Estado de derecho y, por lo general, tomaba decisiones que iban dirigidas al mejor interés de la nación. Muchos deseaban que Martin Sheen, el calmado y tranquilo presidente en la serie, reemplazara al presidente ‘cowboy’ George W. Bush y a su belicoso compinche Dick Cheney.

En cierto sentido, eso es exactamente lo que ocurre hoy en Ucrania. El comediante Volodimir Zelensky, cuyo único mérito para la fama hasta ahora ha sido personificar a un profesor devenido en presidente en la popular serie televisiva Servidor del pueblo, ganó la presidencia por una abrumadora mayoría. Sin embargo, lejos de la fantasía de un presidente idealizado, este es otro ejemplo de realidad deformada -tan familiar para los ucranianos- en que los personajes, no los líderes, definen la política. Zelensky no es la primera persona carismática y no política en ganar el poder en los años recientes.

El ejemplo más obvio es el magnate inmobiliario y presentador de “reality TV” Donald Trump. Después de que Trump ganara las elecciones presidenciales de 2016 en EE. UU., recordé Un mundo feliz, en el que Aldous Huxley describía un futuro en que la humanidad había sido destruida por la ignorancia y la adicción a la entretención sin sentido. Los ucranianos eligieron a Zelensky en reacción a la traición de los políticos a los ideales de las protestas de la Plaza Maidán en 2013 y 2014, que intentaban sacar a Ucrania de la esfera de influencia directa de Rusia.

El presidente Petro Poroshenko, héroe del Maidán, acabó representando al viejo sistema oligárquico. Hoy la mayoría de ucranianos apoya cambios radicales en la economía, la sociedad y los asuntos exteriores. Así, sin nada más que un personaje televisivo atractivo, Zelensky pudo convencer a los votantes de que su inexperiencia podría ser una apuesta mejor que otro mandato del corrupto gobierno de Poroshenko. Incluso cuando no ha sido particularmente cómica, a menudo la política ucraniana ha estado dotada de una dosis de espectáculo.

El hecho de que Trump gobierne unos Estados Unidos con una economía en auge solo fortaleció esta disposición a apostar por un personaje de televisión. Pero es posible que Zelensky no sea la opción rebelde que parece ser. Algunos han cuestionado sus relaciones con oligarcas como Igor Kolomoisky, propietario del canal de TV que emite su show. Muchos sugieren que, en la práctica, este ha comprado las elecciones de manera de dirigir Ucrania tras las cortinas. También se especula, aunque sin fundamentos, que Zelensky es en realidad un proyecto del presidente ruso Vladimir Putin.

Como sea que haya llegado al poder, hoy Zelensky se enfrenta a la colosal tarea de desarrollar un Estado que mejore las vidas de sus ciudadanos a través de servicios de calidad. En cuanto a la guerra en el este de Ucrania, incluso si se las arregla para ponerle fin, Putin no devolverá Crimea, y ningún ucraniano estaría dispuesto a regalársela al Kremlin. ¿Se puede esperar que un comediante sin experiencia, equipo ni plataforma realmente sortee estos retos? Ucrania es un síntoma y una muestra. En un mundo que cada vez se parece más a la distopía de Huxley, donde escasean los verdaderos líderes políticos (experimentados pero honestos, fuertes pero bondadosos, carismáticos pero serios), todos corremos el riesgo de ser gobernados por payasos.

Muchos deseaban que Martin Sheen, el calmado y tranquilo presidente en la serie, reemplazara al presidente ‘cowboy’ George W. Bush y a su belicoso compinche Dick Cheney’.

Nina Krushcheva. Profesora de Asuntos Internacionales en The New School. Su último libro (con Jeffrey Tayler) es In Putin’s Footsteps: Searching for the Soul of an Empire Across Russia’s Eleven Time Zones.