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Trump en guerra con la salud

Trump en guerra con la salud

En diciembre de 2014, la revista Time eligió como Persona del año a Salome Karwah, una asistente de enfermería que, tras sobrevivir a la epidemia de ébola en su Liberia natal, ayudó a numerosos pacientes en el hospital donde trabajaba. Karwah fue una heroína, pero tuvo un final trágico. Hace un año murió por complicaciones durante el parto, un asesino que cada mes se lleva el doble de vidas que toda la epidemia de ébola. El parto siempre ha sido peligroso para las mujeres y los recién nacidos. En el siglo XIX, uno de cada cien embarazos en Europa terminaba con la muerte de la madre. En 1847, el obstetra húngaro Ignaz Semmelweis demostró que podía reducir enormemente la mortalidad materna en su clínica haciendo que los médicos se esterilizaran las manos. Pero su descubrimiento pasó en gran medida inadvertido, hasta que más de un decenio después, Louis Pasteur popularizó la teoría bacteriana de las enfermedades. En muchos países, incluida Liberia, las tasas de mortalidad materna aún son tan altas como las de Europa en la era victoriana. Si bien desde 1990 la tasa global se redujo casi a la mitad, se calcula que todavía mueren por causas relacionadas con el embarazo unas 830 mujeres cada día; la inmensa mayoría por complicaciones evitables, como hemorragias e infecciones. Según la OMS, las vidas de muchas madres podrían salvarse con tres medidas sencillas: la inyección de oxitocina para detener hemorragias, el uso de instrumental obstétrico estéril y la postergación del embarazo hasta la adultez. Hay otros factores complejos que también contribuyen a la mortalidad materna, como la pobreza, la discriminación de género y las deficiencias en infraestructura, pero no son intratables. Muchos países lograron mejoras considerables de salud materna y ofrecen modelos innovadores que otros pueden imitar. Bangladesh usa la telemedicina para llevar servicios sanitarios a poblaciones remotas. En Perú hay casas de maternidad que ofrecen alojamiento y comida cerca de hospitales a mujeres embarazadas. Y en China y Vietnam, las políticas de promoción de participación femenina en la fuerza laboral ayudan a las mujeres a ganar dinero suficiente para obtener atención médica adecuada. Muchas de estas historias de éxito fueron posibles gracias a los fondos de ayuda internacional al desarrollo destinados a salud materna, que aumentaron sostenidamente entre 2010 y 2015. EE. UU. ha tenido en ello un digno historial de liderazgo bipartidario. El gobierno de George Bush (hijo) comprometió más de US$ 16.000 millones para el Plan Presidencial de Emergencia para Alivio del SIDA (Pepfar) y la Iniciativa Presidencial para la Malaria. Y el gobierno de Barack Obama extendió el compromiso de EE. UU. en la lucha mundial contra ambas enfermedades. Pero el presidente Donald Trump, dio marcha atrás. Recortó la financiación del Fondo de Población de las NN. UU., organismo que brinda atención en salud reproductiva a mujeres refugiadas y afectadas por crisis humanitarias. En muchas partes del mundo, las organizaciones sociales que ofrecen servicios de planificación familiar, atención médica maternoinfantil, prevención del VIH/SIDA y tratamiento para la malaria suelen ser la primera y última línea de defensa para mujeres embarazadas que corren riesgo de complicaciones.