Trump: poder en caida, furia en aumento

El drama de la presidencia de Donald Trump ha girado en torno de si un presidente extremista podría ejecutar un programa político extremista contra la voluntad de la mayoría de los estadounidenses. Hasta ahora la respuesta ha sido negativa y el resultado de la elección intermedia lo hace mucho más improbable. Pero las crecientes frustraciones de Trump pueden llevarlo a un derrumbe psicológico, con consecuencias potencialmente angustiosas para la democracia estadounidense y para el mundo. Trump ha buscado implementar su agenda radical de tres maneras distintas: usar las mayorías republicanas en las dos cámaras del Congreso para tratar de aprobar leyes pese a la fuerte oposición popular. Segundo: el uso de decretos ejecutivos para eludir al Congreso. Tercero: tratar de poner a la opinión pública de su lado. A pesar de sus frecuentes mítines, o tal vez debido a ellos y a su vulgaridad incendiaria, el índice de rechazo de Trump ha superado al de aprobación desde los primeros días de su gobierno. En la elección intermedia, que él mismo describió como un referendo sobre su presidencia, los candidatos demócratas para la Cámara de Representantes y el Senado superaron con creces a sus adversarios republicanos. Sin embargo, los republicanos mantienen una ligera mayoría en el Senado, donde a cada estado lo representan dos senadores, sin importar el tamaño de su población; los republicanos tienden a ganar escaños en los estados menos poblados, mientras que los demócratas prevalecen en los grandes estados costeros y del medio oeste. Desprovisto del control de la Cámara de Representantes, Trump ya no podrá aprobar leyes impopulares; solo políticas con apoyo de ambos partidos tendrán chance de ser aprobadas en las dos cámaras. En lo económico, sus políticas comerciales se volverán todavía menos populares en los meses venideros, cuando agotado el estímulo efímero de la rebaja del impuesto corporativo, la economía estadounidense se enfríe como consecuencia de la creciente incertidumbre sobre la política comercial global, que paraliza la inversión empresarial, y del aumento simultáneo del déficit fiscal y de los tipos de interés. Los mendaces argumentos de seguridad nacional que adujo Trump para la suba de aranceles también serán objeto de cuestionamientos políticos y quizá judiciales. Trump podrá seguir nombrando jueces federales conservadores con la casi certeza de que la mayoría republicana en el Senado confirmará sus nombramientos. Y en asuntos de guerra y paz, actuará con un nivel de independencia terrorífico respecto del Congreso y de la opinión pública, un problema que aflige al sistema político estadounidense desde la II Guerra Mundial. Pero hay tres motivos más para creer que su poder se debilitará significativamente en los próximos meses: es muy probable que el fiscal especial Robert Mueller logre documentar ilícitos graves por parte de Trump, sus familiares o sus asesores cercanos; los miembros demócratas de la Cámara de Representantes comenzarán a indagar en los manejos impositivos y comerciales de Trump, para lo cual tienen la potestad de dictarle intimaciones legales. Tercero: según dos de sus observadores cercanos, el contacto del presidente con la realidad “seguirá disminuyendo” conforme enfrente cada vez más obstáculos políticos, investigaciones de sus manejos impositivos y comerciales, los hallazgos de Mueller y una oposición política fortalecida. Así, los próximos meses pueden ser especialmente peligrosos para EE. UU. y el mundo. Mucho dependerá del funcionamiento del orden constitucional estadounidense.