
La tribu que no habla
Es la generación ‘mute’, que prefiere escribir o mandar mensajes de voz en lugar de llamar. Es producto de la tecnología y globalización.
Contemplar a jóvenes teclear sobre su celular no es ninguna novedad. Es una escena de la cotidianidad. Sin embargo, lo que sí impresiona es ver cómo se está perdiendo la interacción, las relaciones sociales, el contacto humano. Tienen a la persona al frente, pero prefieren comunicarse con su dispositivo móvil. Y ya no llaman porque se inclinan a escribir o mandar mensajes de voz.
Sí, la llamada, al parecer, se está extinguiendo en esta generación, la del silencio, la muda, o también denominada ‘mute’, cuyos integrantes tienen edades que oscilan entre los 14 y 25 años. Pertenecen a toda clase social, pues en la actualidad hay gran facilidad para conseguir un celular, señala el sociólogo Juan Salazar, quien asegura que WhatsApp es el rey de las apps en lo que a comunicación se refiere, ya que cerca de un 97 % de jóvenes lo emplea como canal entre amigos y familiares.
Ellos nacieron bajo este sistema de comunicación, indica el experto, quien agrega que ampliar la funcionalidad del teléfono también ha contribuido porque se ha expandido su cometido básico, que era hablar.
No obstante, Jonathan Suárez, experto en psicología social, aclara que pese a tanta tecnología el hombre es un ser sociable que no puede vivir sin conocer a las personas, y su primer círculo social es la familia. “Aunque es errónea la forma de comunicación de este grupo, se está comunicando porque hacerlo es una necesidad”, puntualiza el psicólogo, y menciona que ellos utilizan este medio tanto para conquistar como para romper relaciones sentimentales.
Su colega Alfonso Cuvi cita a Gary Chapman, autor de ‘Los 5 lenguajes del amor’, que habla de que el principio a seguir es realizar lo que la otra persona interpreta como amor. Quizás uno de ellos descifre como cariño de verdad una llamada, mientras que el otro lo asimila más en forma de un poema escrito sobre papel. Puede haber adolescentes que entiendan como romántico un mensaje instantáneo.
En cuanto a los rompimientos, Salazar coincide, pues ese momento se tiende a evitar porque no causa tanta felicidad; pero en lo que concierne a conquistas o declaraciones de amor, destaca que ambas formas se utilizan: la convencional (cara a cara) y la digital.
La ‘subespecie’
Mariela Delgado, de 30 años, tiene dos amigos: Andrea de 18 y Leandro de 25. Indica que con ambos se comunica vía WhatsApp porque ellos lo prefieren así. A la primera le escribe para animarla en su entrevista de trabajo. Le dice lo talentosa que es, prácticamente es su ‘coach digital’, y la joven contesta con un gran corazón rojo palpitando. En la tarde le pregunta cómo le fue, y un solitario “sí” es la respuesta de que obtuvo el trabajo: “Sabía que lo conseguirías”, le responde y aparece una corneta con confetis. Sí, otro emoticón.
Con Leandro pasa algo similar, solo que él utiliza monosílabos. Sus favoritos son “yes”, “ok”, y si está generoso de palabras “un fuerte abrazo”.
Para Suárez esta es una subespecie muy reducida, pero existe.Es un pequeño grupo menos expresivo que opta por formas simbólicas o escasas palabras para comunicarse. “Habría que ver qué tipo de persona usa este estilo, cómo es su personalidad, su temperamento, cuáles son los motivos que lo mueven a emplearlo. Con ellos es más complicado comunicarse”.
Salazar dice que todo grupo tiene subdivisiones, pero en los ‘mute’ estas no han sido establecidas por la ciencia.
Los mayorcitos
Hay un grupo de personas que pasan de los 30 años de edad y que también prefieren más escribir que llamar por teléfono. Suárez indica que a esta población no hay que considerarla parte de los ‘mute’, pues solo son individuos que han adquirido un nuevo hábito debido a que conviven con él y porque la tecnología es parte de sus vidas. “Son tiempos posmodernos, que se nos hacen novedosos y empezamos a adoptarlos”.
¿De qué se pierden?
De la riqueza de la comunicación emocional humana, expresa Cuvi, quien afirma que la disyuntiva no está en el uso de mensajes instantáneos, sino en la preponderancia sobre la comunicación frente a frente o por llamada. “El ejemplo más realista está en los cumpleaños. Comparemos la diferencia de nuestra reacción cuando recibimos un seco mensaje de ‘¡Feliz cumpleaños!’ por WhatsApp, con cuando te llama alguien querido y escuchas su voz, su alegría. Más aún cuando una persona te estima mucho y se acerca a ti, te da un abrazo, ves la felicidad en su rostro y el contagio emocional es mayor. Esa riqueza se pierde cuando el medio de interacción es el mensaje de texto. Se cercenan los vehículos más importantes que transmiten claramente las emociones”, dice el experto en salud mental.
Consecuencias nada silenciosas
Estar muy pendiente del WhatsApp y demás redes sociales puede aumentar los niveles de ansiedad a un índice sin precedentes, subraya Cuvi. “Según Cal Newport, autor de varios bestsellers del New York Times y profesor de Ciencias de la Computación de la Universidad de Georgetown, la causa radica en la manipulación creada por los ingenieros de la Atención contratados por empresas como Facebook y Google. Su misión es retener la atención de los consumidores la mayor cantidad de tiempo posible en las aplicaciones y para esto recurren a innovaciones adictivas que producen ansiedad si no se las usa. Por ejemplo, las notificaciones por cada mensaje que se recibe. Al inicio se puede resistir, pero según las estadísticas cada persona revisa en promedio 20 veces por hora el celular, ya sea para algo importante o banal”, dice Cuvi.
Su colega Suárez añade que actualmente se habla de adicciones sin sustancias, las tecnológicas, cuyos pacientes presentan los mismos síntomas del estado de abstinencia que cualquier persona que consume un tipo de droga ilegal: angustia, desesperación, estados leves de depresión, dolores de cabeza, mareos. Y debido al teclear frecuente, se desarrolla tendinitis y dolores crónicos de espalda.
¿Qué se viene?
Es una interrogante difícil de responder. Sin embargo Salazar no descarta una generación telequinésica, aseverando que falta mucho hasta llegar a eso, pero que en materia de tecnología no hay límites. Opina que se podrían crear inventos que nos permitan comunicarnos sin la necesidad de hablar o de tocar algo, incluso solo con el pensamiento. “Lo que hay que recordar es que muchos de los temas de tecnología se dan por moda, no por necesidad, y así se va creando una tendencia y esta produce nuevas generaciones”, sostiene el sociólogo.