Paisajes Alfredo Toaquiza junto a su hijo plasman las creaciones en pieles de animales, los más solicitados.

Tigua, un pueblo andino colmado de artistas

Todos los que utilizan la vía Latacunga-La Maná, pueden apreciar unos 30 minutos antes de llegar a la Laguna de Quilotoa, uno de los sitios más visitados por los turistas en Cotopaxi.

Todos los que utilizan la vía Latacunga-La Maná, pueden apreciar unos 30 minutos antes de llegar a la Laguna de Quilotoa, uno de los sitios más visitados por los turistas en Cotopaxi.

Se trata de un pequeño pueblito que parece tierra de fantasmas porque en sus calles, un día cualquiera no se observa un alma, sin embargo tiene una característica muy especial, sus 300 habitantes son pintores.

Es Tigua Chimbacucho que traducido al español quiere decir “Tíos para allá”. Sus habitantes pasan el día entre el campo y la pintura que exponen en pequeñas galerías ubicadas en sus propias casas. Un letrero grande con fotografías de pintores da la noción de que se ha llegado al mencionado poblado.

Aquí el arte de la pintura y el canto se ha heredado de generación en generación.

María Josefina, una de sus habitantes, tiene a toda su familia inmersa en la actividad artística, su esposo y cuatro hijos pintan.

“Es una comunidad pequeña pero llena de artistas”, dice orgullosa la mujer, originaria del pueblo Panzaleo. Su galería es una de las más grandes y funciona hace 15 años en la vía principal. Adentro expone infinidad de cuadros de todos los tamaños, con personajes de la política y de la cosmovisión andina.

Ella aprendió de su marido, Alfredo Toaquiza, quien ha recorrido el mundo con su arte. María asegura que su esposo ha expuesto en Estados Unidos, Francia y otras partes del mundo. “Mi esposo también ha impulsado el turismo local para que los visitantes lleguen y adquieran nuestras pinturas”, asegura.

Alfredo aprendió el arte de sus padres y abuelos, continuó con el legado enseñándolo a su esposa e hijos.

Al frente de esta galería está otra, la de Juan Francisco Usgsha, que a sus 61 años pinta y enseña con bondad y paciencia a su nieto Tupac de 12 años. “Mi abuelito José María Chugchilema era músico y pintaba también, de él aprendí el arte que ahora le enseño a las nuevas generaciones”, asegura Alfredo quien lleva 35 años pintando. (F) YIE