Los tiempos pasan...

“Tiempos pasados fueron mejores”, titulaba un libro lleno de gráficas caricaturescas publicado por los años cuarenta del siglo pasado por el dibujante guayaquileño Virgilio Jaime Salinas, que fue el creador del personaje Juan Pueblo. Y posiblemente sus antepasados habrían dicho, pensado y graficado igual tema, porque cuando uno llega a la edad de “la tercera”, pues, aquello que ocurrió en nuestra niñez y juventud y hasta en los primeros tiempos de la adultez reviste un halo de maravilla e inocencia. Y todo ello sin importarnos que en ese pasado que nos parece remoto no hayamos contado con todos esos instrumentos que la tecnología nos ha venido dando, desde la radio y la televisión hasta las redes sociales que parecen haber derrotado al tiempo y al espacio y nos dan la impresión de poder llevar al mundo en nuestras manos y frente a nuestros ya acostumbrados ojos.

Y no solo la tecnología que ha transformado de cierta manera la magia en realidad (¿las alfombras mágicas no son ahora supersónicos aviones que nos llevan en poco tiempo a los lugares más lejanos?) nos hace añorar el pasado que ya nunca volverá. También las tradiciones se van oscureciendo poco a poco, hasta finalmente desaparecer del todo. Se acabaron, así, por ejemplo, los serenos o serenatas que por las noches brindábamos a las mujeres que amábamos y que a veces ni con la música acaramelada del bolero o la balada lográbamos convencer. Y a propósito de las fiestas octubrinas que se celebran en este décimo mes del año, recordando la Independencia de Guayaquil, que significó también el comienzo de la gesta independentista de lo que después fuera el Ecuador, viene a nuestra mente la fiesta de los barrios porteños que coincidía con el Día de la Raza, que para los exigentes historiadores es sobre todo “el encuentro de dos mundos”. Palos ensebados, carreras de ensacados, el torneo ciclístico de las cintas, etc., que ahora parecen haber entrado en el lastimoso olvido.

También recordamos que a las sesiones del Municipio acudía siempre el presidente de la República y su séquito, aunque el mandatario de turno no estuviera en buenas migas con el alcalde. Ahora hay dos celebraciones. ¿Hasta cuándo?

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