La tercera via

Al llegar a Colombia para una cirugía de retina, fuimos recibidos por una encantadora familia que no solo nos abrió las puertas de su hogar, sino que nos subió al tren de su vida. Por eso siempre estarán en nuestro corazón. Quince años atrás, Alicia había llegado a la clínica sin saber de su embarazo ni de su diabetes. Fue increpada duramente por la doctora que la examinó: -Usted tiene que abortar. Ya no está en edad (tenía 29 años). -¿Cómo así? ¿Por qué? No lo haré. -Usted corre el riesgo de tener un niño con serios problemas. Va a traer un monstruo al mundo. -Pues no. Y no lo hizo. -Aquí está el monstruo, le dijo el día que le llevó a Nelita para que la viera. Luego de 15 años, aún es la preciosa niñita de pelito rojo y amplia sonrisa que se adueña de tu corazón en un segundo. Si Alicia hubiera abortado, Nelita no existiría. Pero lo que me pregunto es: ¿y si -contra viento y marea- Alicia no hubiera tenido el valor de tenerla, disponía de otra opción? ¿Cómo es que en un mundo globalizado, repleto de computadoras de última tecnología, no seamos capaces de organizar un sistema global que en forma eficiente ponga en contacto a las miles de parejas que desean desesperadamente dar su cariño y ternura a uno de los millones de niños que nacen sin tener un hogar? ¿Por qué en lugar de matarnos discutiendo si aprobamos o no la ley del aborto, no exploramos la posibilidad de darle una opción a las madres que no quieren o no pueden tener a sus hijos? La adopción siempre es mejor que la muerte. ¿No somos capaces de construir acuerdos mínimos ni siquiera en esto? Creo que las dos semanas en Buenos Aires me hicieron un poco más “constitucionalista”. Pero las dos semanas en Colombia me enseñaron que... los mejores amigos no son los que te resuelven la vida, sino los que te dan los consejos adecuados para tomar las mejores decisiones... Que la ternura puede ser embutida en unos ‘jeans’ y dar la vuelta al planeta en 24 horas para llevar a su padre al médico... Que no estoy parado al final del camino, como yo creía, sino al comienzo. Pero de una senda distinta... Y que Dios jamás te suelta la mano, aunque tú creas que lo ha hecho...