Elecciones. Alejandro Domínguez ocupaba el cargo interino en el organismo por Napout. Ayer en los sufragios fue respaldado.

Taras del capitalismo

Me confieso liberal, pero hay instituciones del capitalismo que incluso a mis años me cuesta aceptar, pese a comprobar que son el mal menor. Una de esas sólidas bases sobre las que se asienta la ideología capitalista es la capacidad que tiene quien controla una empresa para ceder autocráticamente dicho control a quien elija, pudiendo ser, por encima de la conveniencia social y la razón, a uno o varios de sus hijos.

El poder está basado en la propiedad, aun cuando la gestión del elegido afectará a los trabajadores, a los clientes, a los proveedores, a la naturaleza, a otros múltiples actores y desde luego al Estado. Las habilidades del elegido definirán la posibilidad de que sus trabajadores mantengan su fuente de bienestar, el Estado siga cobrando impuestos, y en general, el resto de la sociedad se beneficie del cumplimiento del objeto social de una empresa. ¿Cabría pensar que siendo muchos los beneficiarios del talento o incompetencia de un gestor, sean también ellos y no solo el dueño del capital quienes escojan a aquel que debe regir los destinos de una empresa? Pues intuitivamente podríamos pensar que sí, más aún cuando en no pocos casos vemos que aquel hijo de un talentoso padre o trabajadora madre no es más que un muy limitado haragán, y en otros casos –para mí los más peligrosos- un dedicado trabajador sin la menor capacidad para liderar un emprendimiento, a quien su progenitor jamás le habría dado empleo de no mediar el lazo sanguíneo. Si el emprendedor es sensato, creará para él espacios en directorios que no existen, o en gerencias inofensivas, alejándolo de cualquier exposición para causar daño. Sin duda hay los casos, muchos conocidos en mi entorno, donde el delfín tiene mejor educación, capacidad y empuje para llevar el emprendimiento a una dimensión superior, y entonces su investidura es merecida.

El derecho del emprendedor a entregar la posta se vuelve imprescindible, pues la esperanza del legado es posiblemente el más grande estímulo que se tiene para tomar riesgos, hacer empresa y crear empleo, aunque alguno solo atine a decir: ¡gracias papi!

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