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La solidaridad se expresa de muchas formas

El Omni Hospital ha habilitado un área para dar ayuda psicológica, a las víctimas y familiares del terremoto. El soporte lo ofrece un grupo de tres especialistas. Son bienvenidas las personas de cualquier rincón del Ecuador.

Otro de los pedidos es la cal. Varios grupos se dedican a recopilar este material que sirve para tratar los cuerpos que están en avanzado estado de descomposición.

Para ayudar hay mil formas. Y en el país se arman grupos que hacen de todo. No se trata solo de quienes recolectan víveres, sino también de los que saben que ante tanta desgracia, se necesita sangre, un lugar temporal para vivir, palabras de apoyo y ataúdes.

En la Cruz Roja, la solidaridad se manifiesta en donaciones de sangre. En Guayaquil, en la ave. Quito y Primero de Mayo, los voluntarios se cuentan por decenas. En dos días, en la sede y en los otros cuatros puntos se consiguieron más de 500 pintas y ayer seguían llegando.

En Quito, también hubo gran movimiento. El martes y ayer el deseo de ayudar se manifestó en 1.500 interesados en donar. Hubo prioridad para quienes tenían el tipo de sangre AB+, del que hay pocas reservas y O-, que es el donante universal.

El responsable de la donación de la Cruz Roja Ecuatoriana, Juan Carlos Ospina, aclaró que la Cruz Roja no hizo la convocatoria para la donación porque tenía el abastecimiento necesario, pero agradeció el gesto de los voluntarios porque les permitirá mantener en lo más alto el nivel de almacenamiento.

Ellos se mueven por quienes lograron salvarse de la catástrofe. Algo similar a lo que hace Adriana Rendón y un grupo de amigos, estudiantes de Psicología de la Universidad Católica, que comenzaron a escribir cartas de solidaridad para incluirlas en los donativos de víveres que enviarán este fin de semana hasta las zonas afectadas. Quieren dar una voz de aliento a quienes lo han perdido todo. Así lo hacen miles de personas que en los enlatados colocan frases o en las cajas algún mensaje bíblico.

Así la ayuda llega de mil formas. Rafaela Bernitt, por ejemplo, es la propietaria de ‘The Park Hotel’. El establecimiento ubicado en las calles Chile 414 y Ballén, que desde el pasado domingo hospeda a los familiares de las víctimas del terremoto, que están siendo atendidas en el Omni Hospital de Guayaquil.

Son en total 7 personas, 7 parientes del total de 28 afectados que han ingresado con diversos traumas -unos más complejos que otros- al lugar. “No todos han llegado aquí. La mayoría, alrededor de 21, quiere permanecer con los suyos hasta que sanen. Hasta que salgan de terapia intensiva, sean operados, se recuperen...”, señala Bernitt.

Es entendible. Los casos son severos. El de la mujer embarazada que por la impresión del sismo dio a luz en la ciudad; el de aquella que llegó con un bebé prematuro desde Manta, el de esos cuatro hermanos (uno de ellos, en terapia intensiva) que perdieron a sus padres en la catástrofe y el de ese joven de tan solo 13 años al que le cayó una pared encima..., constan entre ellos.

Quienes pernoctan en el hotel, además del hospedaje, han recibido víveres, productos de aseo y vestimenta. En su mayoría otorgados por la propietaria y su gestión a través de fundaciones y empresas privadas de la ciudad.

Al momento, The Park Hotel tiene la capacidad de refugiar a 70 personas. La asistencia la darán el tiempo que sea necesario. “Queremos que las familias permanezcan con nosotros hasta que el paciente sea dado de alta o decidan retornar a sus hogares. Es duro lo que están viviendo, estamos conscientes de ello. Esta es nuestra manera de brindarles algo de tranquilidad...”.

Y mientras ellos trabajan por quienes se salvaron, hay otros que lo hacen por los que no sobrevivieron. Por eso, en las universidades Católica, Santa María y en Samborondón hay decenas de personas haciendo uno de los trabajos más duros de estos días: armar los ataúdes emergentes.

La arquitecta Patty Hunter coordinaba ayer en la universidad Santa María las tareas de armado, con material donado por personas de todas partes y con las herramientas que llevaban los jóvenes, entre ellos estudiantes de otros centros e incluso turistas, como la francesa Maeva Cassiede.

Allí, en esos féretros, en los que se deberán colocar los cadáveres en fundas por el estado de descomposición, se pintaban cruces, pero también frases de despedida. “Dios te ama”, “Siempre contigo”, “Dios te recoja en sus brazos”, eran solo algunos de los mensajes que se escribían con marcador negro en estas cajas hechas con plywood.