La soledad mexicana

No vivimos una época de solidaridad. En estos días en que México ha sido estigmatizado y lo que es peor, puesto contra las cuerdas por el nuevo presidente de los EE. UU., su situación recuerda a lo que domésticamente sucede en muchos países sudamericanos ante el surgimiento de gobiernos autoritarios que utilizan el poder sin límites y someten en nombre de su interpretación instituciones y personas. En estos, las llamadas fuerzas de oposición no solo están fragmentadas, han tenido que salir penosamente del desconcierto causado por la demostración de fuerza del gobernante autoritario, que rompe una y otra vez las reglas del juego en nombre de un discurso donde opiniones, afectos, hechos aislados y prejuicios son verdades definitivas.

Precisamente, en estos momentos en que se pretende erigir un muro tan simbólico como efectivo contra los hispanos en general, el silencio de los organismos regionales y de los países latinoamericanos es impresionante. Solo el presidente boliviano llamó a México a mirar al sur. Los demás mandatarios, incluidos los del llamado triángulo del norte de Centroamérica, que serán tan perjudicados como los mexicanos, guardan silencio frente al atropello.

Es cierto que México se apartó del resto de los países latinoamericanos a partir de la suscripción del Tratado de Libre Comercio con EE. UU. y Canadá en 1994. La firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec, en que Guatemala y El Salvador pusieron fin a sus guerras civiles, fue el último acto de la presencia mexicana en la región. Comenzaba el giro hacia el norte que hoy parece llegó a su fin.

Los demás países latinoamericanos están demasiado ocupados por sus problemas como para pensar en solidaridades regionales. Brasil, por la crisis que pone en cuestión a su clase política y a buena parte de la empresarial. Argentina, tratando de salir del desastre kirchnerista. Colombia, Perú y Chile, enfrascados en sus procesos. Todos desconcertados con la expectativa de que el “reality show” de la campaña sea solo eso y no amarga realidad. ¿Tan lejos de Dios y demasiado cerca de Trump?

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