No siempre un silbato... termina un partido

No siempre un silbato... termina un partido

¡Taco! ¡Taco! ..., La voz chillona del chofer de la ‘chiva’, y sus clásicos asientos horizontales, pedía ayuda a sus asistentes para frenar, con trozos de mangle las llantas traseras y evitar así el resbalón cuesta arriba del vehículo, que transportaba en su interior al equipo del Barcelona SC, a la ciudad de Jipijapa, a jugar un partido de fútbol amistoso.

La entrada a la población fue triunfal, todos saludaban y avivaban al equipo que había ganado a Millonarios de Colombia; chicas muy guapas, como es usual en Manabí, lanzaban flores al paso de vehículo. En el Parque Central estaba don Melquiades Cedeño, promotor del partido, que con un megáfono en mano invitaba a asistir al estadio, y además aceptaba apuestas, inclusive dando el empate a quienes iban en contra de Barcelona.

El partido comenzó bien para Barcelona, pues una combinación entre ‘Pajarito’ Cantos y el ‘Mocho’ Rodríguez terminó en gol. En el segundo tiempo los de Manabí se vinieron con todo y Rupertti consiguió el empate.

Nuevamente Barcelona a la carga y un tiro libre de ‘Pelusa’ Vargas marca la diferencia a favor de Barcelona. Cuando faltaban 5 minutos para terminar el partido, una discutida mano del ‘Pibe’ Sánchez es sancionada con tiro penal. La gente se arremolinó dentro y a los costados del arco formando un embudo, lo que hacía imposible que se fallara el penal. Yo me preparaba para la jugada cuando un murmullo aviso que alguien entraba a la cancha; por el centro de la misma y caminando hacia el arco, la figura regordeta de don Melquiades Cedeño se hacía presente. Caminaba balanceándose, con su sombrero Jipijapa, dientes de oro como Pedro Navaja y su infaltable revólver .38 al cinto; se acercó al punto penal y posó junto al balón miró a su alrededor y sacando el .38 le pegó un tiro a la pelota; mientras esta agonizaba con su último residuo de aire, don Melquiades dio media vuelta y se alejó, pero no sin antes decirle al árbitro: “El partido está terminado porque no hay balón para jugar”.

No sé si don Melquiades cobró o perdió las apuestas, pero nosotros recogimos nuestras cosas rápidamente, y una vez más, sentados en la ‘chiva’ iniciamos el retorno a Guayaquil. Nos sentimos ya seguros cuando llegamos a la “Cadena”; un café negro caliente y aromático acompañado de un bolón de verde con queso criollo nos dio cierta tranquilidad de que las cosas ya habían pasado.