Sentido de direccion

¿Hay, o no hay, sentido de dirección en la política económica? Es una interrogante válida a la cual el Gobierno prefiere dar respuestas políticamente correctas en un afán de brindar tranquilidad y apaciguar las expectativas.

Anteponer la respuesta política a las realidades de la economía no es solución. La economía siempre pasa la cuenta y el capital político se ve afectado, sin resolver los problemas. La fórmula de ajustes graduales es inviable; la oportunidad se la ha dejado pasar luego de haber transcurrido una tercera parte del mandato. Las evidencias de que la economía se mueve en una dirección no deseada abundan e incluyen, entre otras, el descenso de la liquidez en el sistema financiero y en la reserva monetaria internacional, el incremento notorio en el empleo inadecuado, la deflación de precios, el escalamiento agresivo del índice de riesgo país, el agotamiento del crédito público interno y externo, el crecimiento económico nugatorio, la reacción indiferente de la inversión privada, y la caída de los depósitos en el sistema financiero.

El déficit fiscal es el yugo servil. Se ha recurrido a maniobras cuestionables en el presupuesto para hacer aparecer como que los ingresos son mayores de lo que razonablemente se puede esperar, y que el gasto está controlado. El financiamiento requerido, subestimado como está, es comparable al del ejercicio presente y el 56 % de los montos requeridos se origina en fuentes no identificadas, caracterizado por transacciones onerosas y lesivas para el interés nacional. El precio del petróleo, incontrolable por el país, tiene tendencia hacia la baja en un medio internacional caracterizado por la creciente amenaza de guerras comerciales. Los pagos reiniciados del aporte gubernamental a la seguridad social subestiman los requerimientos del IESS en algo más del 50 %. Hay protestas de sectores afectados, y la respuesta es la de atender los pedidos. El dispendio en los combustibles pudo haber sido ubicado en cuenta aparte, pero de todas formas subsiste un esquema inviable de comercialización.

Es, repetimos, un sentido de dirección desalentador para la economía. ¿Es que acaso nos hemos puesto en la disyuntiva de que, si no vamos al Fondo, nos vamos al fondo? He ahí la contradicción entre las frases felices y la cruda realidad del tiempo perdido.