Trabajo y seguridad social
Hay poco en la vida que sea más personal que el trabajo de una persona. Desde el artista (pintor, escultor o poeta) que crea una obra individual, hasta el obrero común y corriente que entrega su tiempo y su esfuerzo físico para construir, armar, o mantener aquello que le es encomendado.
La ley actualmente reconoce, por ejemplo, la propiedad intelectual y la defiende contra el plagio, la piratería o el abuso de lo que es el producto de la creatividad.
Todo ser humano tiene un ciclo de vida productivo que abarca, convencionalmente, el período desde la terminación del colegio, hasta la edad madura. Es el tiempo durante el cual el trabajador produce, consume y ahorra para que, al momento de dejar la fuerza laboral, tenga cómo subsistir y no padezca de inanición.
La legislación reconoce la importancia de este proceso de acumulación y dispone el ahorro obligatorio, compartido entre el trabajador y el empleador, para constituir la base de acumulación.
Pero el sistema previsional tiene serias limitaciones. Estas hacen relación al descalce que existe entre los ingresos, las prestaciones, y la acumulación de fondos para el eventual pago de las pensiones jubilares. Ocurre no solo en el Ecuador, sino en prácticamente todos los esquemas, llamados solidarios y de reparto, que, desconociendo la individualidad del trabajo, ingresan los fondos en bolsas comunes de acumulación muy mal manejadas, lo que se refleja en los resultados financieros.
La imprevisión cuesta cara. Ecuador tiene un muy escaso capital ahorrado y su sistema previsional sobrevive de año en año, dependiendo de los nuevos aportantes, cuyos números se tornan escasos en el tiempo por razones demográficas y la afectación del empleo formal, al tiempo que el número de retirados se incrementa debido al aumento de longevidad en la población. Es un escenario que, en el extremo, lleva al colapso total del esquema.
Los monopolios siempre atentan contra el interés común, y hay que cuestionar la idea de que el régimen previsional debe estar vinculado al gobierno de turno.
Es oportuno revalidar el principio de que el trabajo de cada cual es individual en cuanto a uso del tiempo, calidad del esfuerzo, y productividad, y no propiedad de ningún colectivo, o prerrogativa del poder político de turno.