Los santones de la India
A fines del mes pasado, cuando dos estados de la India y la capital nacional fueron asediados por turbas violentas que protestaban contra la condena dictada a su líder espiritual por violación de dos seguidoras menores de edad, los indios tuvieron que confrontar varias verdades dolorosas sobre el país. El líder detrás de estas protestas es Gurmeet Singh, uno de los más destacados “godmen” (hombres de Dios), líderes espirituales autoproclamados que abundan en la India. Este santón llamativo y enjoyado se hace llamar Baba Gurmeet Ram Rahim Singh Insan, una mezcla de nombres hindúes, musulmanes y sijs, seguidos por la palabra “humano” en hindi, punjabí y urdu. Y tiene fama de aprovecharse sexualmente de sus discípulas. En 2002, dos de ellas reunieron el coraje necesario para acusarlo. En los 15 años y 200 audiencias que le tomó al tribunal llegar a una condena, los devotos de Singh no dejaron de presionar a los investigadores, a la policía, a los jueces y a las querellantes para que el caso se cerrara. Pero estos no se rindieron y el mes pasado Singh fue condenado a veinte años de prisión. Se estima que este improbable “Rockstar Baba” atrajo a decenas de millones de adoradores fanáticos a su movimiento, el Dera Sacha Sauda, y mantenía el rebaño unido con ayuda de sus esbirros en forma despiadadamente efectiva. El descontento y el desamparo, agravados por las deficiencias educativas y el desempleo en alza, llevaron a muchos al alcohol y las drogas. Para estos desesperados, el Dera Sacha Sauda y su carismático líder parecían la salvación, pues ofrecía educación gratuita para los miembros y sus hijos, y comida gratis para los hambrientos. Mantenía a los fieles lejos de las drogas y daba empleo en sus empresas, con lo que no solo les ofrecía medios de vida, sino también un sentido y un propósito. Es decir, ofrecía a sus seguidores satisfacción de la más preciosa e intangible de las necesidades humanas: el sentido de valía personal y pertenencia. La resistencia de los seguidores del dera a la condena del gurú expone su temor a que, privados de su líder y de la organización que dirigía, enfrenten otra vez marginación social y económica. Se identifican totalmente con él, haga lo que haga, y están dispuestos a matar por él porque (tal vez lo sientan así) en realidad lo hacen en defensa propia. El episodio muestra que el tan publicitado desarrollo económico de la India es superficial, ya que no produjo igualdad de castas y justicia social para las clases desfavorecidas. Muestra la facilidad con que las instituciones de gobierno oficiales delegan sus responsabilidades en líderes de movimientos religiosos y les permiten vivir por encima de la ley; muestra la fragilidad de la autoridad policial, que enfrentada a la furia de las masas fracasó espectacularmente; y muestra el poder que tienen los líderes carismáticos sobre multitudes que hallan validación y propósito en la obediencia ciega. Baba Gurmeet Ram Rahim Singh Insan fue trasladado a prisión en un lujoso helicóptero, con una “hija adoptiva” a su devoto servicio; mordisqueaba pensativamente un trozo de chocolate y la escolta policial le llevaba los bolsos. Aunque el Baba esté preso, la sociedad india sigue en el banquillo.