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Los riesgos de la arrogancia

Si tomásemos en serio algunas declaraciones emitidas por funcionarios responsables de la conducción económica del país y las mezcláramos con un poco de la mercadotécnica al uso, deberíamos asumir que lo peor ya pasó, que los recortes en el gasto público han surtido el efecto deseado, que la economía ha recuperado su antigua lozanía y que solo por nuestra naturaleza ingrata nos abstenemos de reconocer el mérito enorme de los sacrificados e ilustrados guías del destino nacional que, dedicados a tiempo completo al servicio de los más caros (bien caros) intereses de la República, han obtenido una victoria trascendental de la que guardarán memoria los textos que en el futuro se ocupen de este período oscuro de la Historia, así con mayúscula, que nosotros tuvimos la suerte de enfrentar, contando con el mejor presidente de todos los tiempos.

Lo malo es que no podemos tomar en serio el desborde de arrogancia y vacua suficiencia con que se generan las aludidas declaraciones. Pareciera, sin ánimo de ofender, que mientras más pequeña es la estatura física de los voceros de la “buena nueva”, más necesaria es la soberbia, al menos aparente, en la comunicación de aquella. Todo es perfecto. No hay hilo suelto. Solo la mediocridad de los opositores es la que permite que se dude del valor de una propuesta para enfrentar la desaceleración causada, no, de ninguna manera, por algún aunque fuese ligero, error en la conducción de la economía y que, todo el mundo acepta, es el producto de la caída de los precios del crudo, circunstancia, por lo demás, imprevisible.

Como lamentablemente, insisto, no podemos tomar en serio un discurso que destila fatuidad, solo cabe, en guarda de los mejores intereses del pueblo ecuatoriano, advertir que por el afán de ser originales, igualitaristas en el manejo de la crisis, que tal es lo que estamos atravesando, se persiste en privilegiar medidas que inspiradas por revanchismos de diverso origen, no reflexionan sobre los impactos negativos que pueden generar, dando como resultado la frustración de un estancamiento que impide avanzar hacia la anhelada equidad.

huertaf@granasa.com.ec