Ridiculo diplomatico

Solo faltaba esto para que Ecuador pasara al ridículo en el campo de las relaciones diplomáticas internacionales respecto del derecho de asilo concedido hace más de cinco años al emblemático periodista australiano Julian Assange, fundador de WikiLeaks, en la embajada del Ecuador en Londres. Nos referimos al protocolo con 32 disposiciones para el huésped -según informara diario Expreso- como aquella de que ahora los visitante deberán llenar un riguroso registro con tres días de anticipación, sin que puedan entrar más de tres a la vez, y debiendo tener un comportamiento amable con los trabajadores de la embajada, y cuidar el aseo y la integridad de los espacios que usen. Assange también deberá estar pendiente del aseo y alimentación de su gato James. La embajada le advierte, además, que desde el 1 de diciembre, por recorte de gastos, no le costeará la alimentación, gastos médicos y lavandería, y deberá contar con sus propios equipos tecnológicos para conectarse a Internet. Anteriormente este mismo gobierno le había cortado ese servicio, lo que generó protesta mundial, por lo que tuvo que restituírselo. Cabe recordar que el derecho de asilo, como las demás prácticas diplomáticas, provienen de las normas de cortesía universal más antiguas que han observado soberanos y reyes, y hoy mandatarios y primeros ministros de los Estados democráticos con sus pares, aunque dicho derecho como tal no tenga esa universalidad, pero sí una honrosa tradición en los países de América Latina. Por ello rechazamos severamente la actitud prepotente de los congresistas estadounidenses Eliot Engel e Ileana Ros-Lehtinen, máximo cargo y miembro honoraria respectivamente del Comité de Asuntos Exteriores, quienes han enviado una carta al presidente Lenín Moreno expresando su preocupación por su decisión de haber restaurado el acceso a Internet a Assange, como si en la época que vivimos ese acceso no constituyera un derecho humano fundamental, e indispensable en el caso de un periodista y activista de la paz, como es Julian Assange, a quien dichos congresistas califican de criminal peligroso y amenaza para la seguridad nacional de EE. UU. y por tanto, para la seguridad mundial. ¡Qué saludable estar tan lejos de esos pobres conceptos!