Ricardo Koenig: “Gracias a Dios tuvimos ñeque para transformar el hospital”

Ricardo Koenig: “Gracias a Dios tuvimos neque para transformar el hospital”

Es argentino, vino al Ecuador porque tuvo una oferta de trabajo por dos años y se ha quedado casi cincuenta. Aquí nacieron dos de sus cuatro hijos; y su esposa Cecilia, a más de ser su compañera, es la cabeza de una agencia, la empresa familiar. Reconoce que creció en un matriarcado y sospecha que sus hijos también. Nuestro invitado es quien, entre otras cosas, asumió el reto de transformar el Hospital León Becerra.

Es plausible el cambio que ha tenido el hospital. ¿Cómo empezó tu trabajo en el León Becerra?

En el año 2009 el sociólogo Víctor Maridueña me invitó a ser parte del Directorio de la Benemérita Sociedad Protectora de la Infancia. A fines del 2010, cuando aún le faltaba un año para terminar su presidencia, me dijo: “Me voy, hazte cargo”. No lo hizo de mala gana, lo hizo como un gesto de confianza que valoro.

¿En qué condiciones lo recibiste? ¿Cómo nos explicarías su diagnóstico?

La situación del Hospital León Becerra de Guayaquil era catastrófica. Un personal muy desmotivado, con un sindicato muy agresivo, muchas deudas y nada por cobrar. Hoy también tenemos deudas, pero casi el doble por cobrar. Una de nuestras primeras acciones fue hacer una cita con la representante de la OPS para el Ecuador y preguntarle si podían hacernos un diagnóstico del hospital, pero antes de que me contestara le dije que no teníamos cómo pagarlo. Pasaron veinte días y recibimos su respuesta diciéndonos que sí lo iban a hacer. Nos visitaron cinco técnicos que luego de tres meses de trabajo nos dijeron que el nosocomio no estaba en condiciones de funcionar.

¿Y funciona?

Sí, con un plan de trabajo que nos iba a llevar dos años estabilizarlo, pero ellos no contaban con el ñeque y lo logramos en ocho meses.

¿En qué te apoyaste para lograr su reactivación?

En mi fe en Dios y en la gente que me rodea.

Hablando de Dios, nos cuenta que le dice ‘Barba’ a Jesús y que él le pide favores concretos. Dice que se los dará y más de una vez sorprende a sus amigos con sus conquistas. Le agradece al arquitecto José Valero, a Pinturas Unidas, la Universidad Salesiana y a las manos que tiene para ayudar a otros. Para Ricardo también es muy importante agradecer a esa gente que lo rodea y convocar a otros a hacer lo mismo. “A todos nos gusta sentirnos buenos y útiles”. Por eso es válida la pared/muro que tiene en el lugar con los nombres de las personas que han apoyado esta gestión en beneficio de los niños.

Hablando de la gente que te rodea, nombras con mucho cariño a Cecilia, tu esposa. ¿Cómo la conociste?

Conocí a Cecilia en una fiesta de su colegio en el Club Belgrano. Ella tenía 16 años y yo 21, y había regresado después de vivir dos años en Brasil, para hacer el servicio militar. Nunca hubiera podido encontrar una mujer tan especial como ella, amiga generosa dispuesta a sacrificarse por las personas que quiere, capaz de atravesar paredes defendiendo sus principios. Este año cumpliremos 49 años de casados y juntos hemos construido una hermosa familia: 4 hijos (una mujer y tres varones) que con mis nueras y yerno nos han dado 11 hermosos nietos, 9 mujeres y 2 varones.

¿Abuelo engreidor o educador?

De los que engríen. Cuando nació mi primera nieta hace 22 años, les dije a mis hijos que si Cecilia y yo los habíamos educado bien a ellos, sus hijos serían educados, pero que desde ese momento iban a conocer dos personas dedicadas 100 % a malcriar a sus nietos.

Cuando llegaste al Ecuador, ¿dónde empezaste a trabajar?

Llegué a Guayaquil en febrero de 1972. Uno de mis primeros trabajos fue en Artepráctico, una fábrica de muebles muy conocida de aquella época. Luego estuve en Andina, una agencia de publicidad; en el Grupo Dunn, Mercantil Garzozi, Norlop, Banco de Guayaquil, Granasa. Después formé Pazone, una consultora de marketing y relaciones públicas.

Nos cuenta que cuando vivía en el centro de la ciudad, su esposa, recién llegada al país, salió a comprar leche. “Era de noche. A mi esposa se le acercó una prostituta y le aconsejó amablemente que no cruzara la vereda. Mi esposa insistió en que era urgente la leche, entonces la señora que le advirtió le fue a comprar lo que necesitaba”. Ese detalle no lo olvida, porque esa advertencia que recibió su esposa era un anuncio de cuidado al ver que era extranjera. Confiesa su agradecimiento aun a pesar de tantos años.

Te escuché un par de veces que intentaste comer con la izquierda, pero no pudiste. ¿Eres de derecha, entonces?

Sí, soy de derecha, creo en la empresa privada, creo en la creatividad, el esfuerzo, en el riesgo de emprender y en la satisfacción de lograr cosas.

Sin embargo, tus amigos se caracterizan por no tener tu ideología. ¿Suerte o amistad verdadera?

Soy de los que aún escriben amor y amistad con mayúsculas. He aprendido mucho de las personas que piensan diferente a mí.

Cuéntanos de tu pasión por los bonsáis.

Hace como treinta años alguien me regaló un libro de cómo hacer un bonsái y me inicié con tres ficus de casi dos metros de altura. En el libro decía que había que cortar la raíz madre y no me animé, solo la enrosque alrededor del tronco y todavía los tengo, junto a otros ciento cincuenta.

¿Y luego cuántos serán?

Estoy cumpliendo un sueño que tenía desde hace muchos años y es hacer bosques con árboles tropicales. Llevo ya dos de tres árboles cada uno.

Finalmente, para volver al tema del León Becerra, ¿qué significa un hospital ecológico?

Nosotros lo somos. Significa, entre otras cosas, contar con una asesoría de la empresa estadounidense Elite Green. Ellos me ofrecieron asesoría y les dije que estábamos listos para recibirla, pero que no teníamos plata para pagarles, y luego tuvimos que cumplir con más de 220 pasos y con las normas nacionales e internacionales.

¿Hacia dónde se proyecta el hospital?

Nos gustaría convertirlo en el primer hospital de Misiones Médicas Humanitarias, continuar trayendo cirujanos de primer nivel a operar de manera gratuita a los niños y adultos más pobres del país. Este año trajimos ocho misiones, seis de EE. UU. y dos de Francia, pero operativamente creo que podríamos traer unas 15 o 20 al año.