Demanda. Afuera de Pollos Barcelona la fila es interminable.

La reventa acapara los boletos

Los revendedores los han acaparado, utilizando un sistema efectivo, para que los aficionados que se “escapan” de sus lugares de trabajo o centros de estudio se vean obligados a solicitar sus servicios.

Entre cinco y veinte dólares es el incremento con el que se puede conseguir boletos para el Clásico del Astillero.

Los revendedores los han acaparado, utilizando un sistema efectivo, para que los aficionados que se “escapan” de sus lugares de trabajo o centros de estudio se vean obligados a solicitar sus servicios.

En el exterior del restaurante Pollos Barcelona (Sucre y Boyacá), un grupo de revendedores engrosa las filas. Lo hace para adquirir constantemente el máximo de tres boletos que se venden en las ventanillas y para desanimar a los aficionados que acuden al lugar “con el tiempo justo” y que, al no poder esperar mucho, se ven en la necesidad de comprar las entradas con sobreprecio.

Uno de ellos es Julio Macías, estudiante de Medicina de la Universidad Católica, quien estaba a la espera de adquirir dos boletos para la general sur. Él llegó justo en el momento en que momentáneamente se cerraban las ventanillas -por el almuerzo- y debía esperar. No le importó, era una locura más que haría por Barcelona.

“Una vez me fui a Quito para ver jugar a mi equipo, justo en el Día de la Madre y le envié a mi vieja una foto desde allá saludándola”, afirma.

Cerca de 12.000 boletos se vendieron en ese lugar, desde que se instauró el sistema de abonos (para los partidos ante Independiente y Emelec).

Al norte de la ciudad, en el Mall del Sol, ya no había filas. Los hinchas podían adquirir allí los tiques, pero solo para las suites y tribuna este.

En otros puntos de venta ya se había agotado el papel. Seguramente mañana el Monumental estará al tope.