El retroceso del yuan

En abril de 2014, The Economist declaró: “La globalización del yuan parece un hecho implacable e imparable”. El uso del yuan chino o renminbí (RMB) como medio de pago internacional se duplicó entre esa fecha y agosto de 2015, llegando a un 2,8 % del total, con lo que la moneda china se convirtió en la cuarta más usada del mundo. Pero luego ese crecimiento se revirtió casi por entero. La participación del RMB en el sistema internacional de pagos se redujo a 1,6 %, cayendo así al séptimo lugar. Su uso en los mercados internacionales de bonos es un 45 % menor al máximo que alcanzó en 2015. Los depósitos en RMB en bancos de Hong Kong también se redujeron a la mitad. Y mientras en 2015 el 35 % del comercio transfronterizo de China se saldó en RMB (y en dólares la mayor parte del remanente), esa cuota cayó a cerca del 12 % en la actualidad. Este cambio de suerte es reflejo de cuatro factores en particular. El RMB se apreció respecto del dólar en casi todos los años entre 2005 y 2013 (un 36,7 % en total), luego cayó en forma sostenida, lo que desalentó a los especuladores. Desde 2014, el tipo de cambio se debilitó más y más cada año, y ya acumula una caída superior al 11 %, pese a la intervención del Banco Popular de China (BPC) para sostenerlo. Esto llevó a los inversores a abandonar la idea de que la apreciación del RMB es una apuesta segura, y la entrada de capitales que esa apuesta venía impulsando se terminó. La caída del RMB respecto del dólar es reflejo de la desaceleración del crecimiento de China, impulsado por el crédito, y de la acumulación de riesgos de impago. No es extraño que personas y empresas en China estén buscando nuevos modos (legales o no) de sacar dinero del país.

Los préstamos morosos se estabilizaron como porcentaje del total de préstamos bancarios, pero solo porque estos también crecieron. En un intento de cortar de raíz el debilitamiento del tipo de cambio, las autoridades han puesto más trabas a la conversión de RMB a dólares. Cambiaron de una política de apoyar la inversión china en el extranjero a otra de impedir operaciones de fusión o adquisición salientes, para evitar que las empresas locales exporten capital. Al mismo tiempo han puesto más obstáculos a la repatriación de capital para los inversores extranjeros. Si bien esto ayuda a evitar la salida de capitales, también desincentiva a los inversores de comprometer más fondos. Este es el segundo factor que desalienta la acumulación de moneda china. El tercer factor es que China agotó su potencial exportador. El país y su moneda adquirieron relevancia gracias a la extraordinaria integración de China en la economía global desde su ingreso a la Organización Mundial del Comercio en 2001. La proporción que suponen las exportaciones chinas dentro del total pasó de 1 % en 1980 a 14 % en 2015, lo que la convirtió en el principal exportador del mundo. Pero luego ese porcentaje se redujo a 13,3 %. El cuarto factor es el retroceso de la globalización misma. Entre 2007 y 2015, el flujo de capitales (en forma de compra de bonos y acciones, inversión extranjera directa y préstamos) se redujo más de dos tercios, de 11,9 billones a 3,3 billones de dólares. Las barreras comerciales están en alza. El comercio de mercancías también se redujo un 10 % entre 2011 y 2015, la mayor contracción en cualquier período de cuatro años desde la II Guerra Mundial. De modo que China exporta menos en un mercado global cada vez menor en términos absolutos.

La globalización del RMB, más que “implacable e imparable”, ya parece totalmente terminada por un futuro previsible.