Reminiscencias julianas

Un nuevo aniversario de la fundación española de Guayaquil, bajo la advocación del apóstol Santiago, se cumple el próximo martes. Ello debería ser momento propicio para reflexionar sobre el futuro de la ciudad sin abandonar el interés por el conocimiento de sus antiguas raíces indígenas e ibéricas.

Antes, obviamente, se debería recordar al Libertador Simón Bolívar en ocasión, mañana, de un nuevo aniversario de su nacimiento en Caracas, Venezuela. Sin invocar al genial caraqueño no se puede entender buena parte de la historia de América y en ella, un periodo trascendente de la historia del Ecuador, que incluye su independencia y sus primeros años como nación soberana.

Y es que ambos acontecimientos, entrelazados de múltiples maneras a lo largo del tiempo, son parte de la esencia constituyente de lo que hoy somos como la urbe pujante que, por entonces, tuvo roles protagónicos que le asignaron un puesto relevante en el acontecer ecuatoriano y continental.

Así, Guayaquil, ligada para siempre con el esfuerzo por las libertades que en el abrazo de los dos grandes de América Latina se consagró más tarde en su malecón, junto a su ría tutelar, debe seguir siendo eternamente el reservorio de esos valores sagrados que nos legaron como ancestro insuperable, gloriosos antepasados.

Y por ello, sea válido recordarlo en este fecha, resulta imperativo mantener una amplia solidaridad con Venezuela, orientada a que el pueblo de esa nación hermana recupere prontamente, sin más sacrificios que los ya cumplidos, su preponderante lugar entre las naciones libres del continente.

Ojalá, cuando está por finalizar el mes de julio, los acontecimientos por venir no escenifiquen la culminación trágica y dolorosa de ya más de cien días de lucha en las calles, con el saldo lamentable de más de cien muertos.

Es de esperar que, por el contrario, los días que faltan sean la posibilidad de encontrar un camino hacia la solución de un conflicto generado por la voluntad de perpetuarse en el ejercicio del poder de un gobierno que ha perdido legitimidad por su constante violación de las normas de convivencia democrática, expresada en la reiterada inconstitucionalidad de sus acciones.

Al respecto, la posición del Ecuador debe de ser coherente con su tradición en defensa de los derechos humanos.