Reflejo

Releo las cifras y no logro procesarlas. 50.000 personas encarceladas por intento de golpe de Estado (“pseudoperiodistas” o “pseudopolíticos” para el gobierno). Desde el año pasado, 250 muertos y más de 2.000 víctimas por el abuso del ejército. Desde el 2016, el gobierno ha impuesto el estado de emergencia y cada tres meses lo ha prorrogado con efectos cada vez peores. Me imagino que algunos lectores se preguntarán cuándo multiplicaron estos números en Venezuela. A pesar de que los eventos parecen llevar la firma del Estado venezolano, el país descrito es de hecho Turquía. Es sorprendente cómo a pesar de las diferencias culturales abismales, el autoritarismo habla un idioma universal. ¿Encarcelamiento de opositores? ¿Denigrarlos a “pseudo algo”, terroristas y fascistas? Listo y listo. Debo hacer una pausa. Sin defender a Erdogan, las justificaciones por la defensa de su país son reales. El intento de golpe de Estado, el avance de ISIS y la amenaza kurda, existen. Diferencia esencial con Venezuela, que se vale de conspiraciones imaginarias. Que estas amenazas justifiquen la casi aniquilación de la gran democracia árabe, es otra historia. Si la semejanza llama mi atención, más lo hace una diferencia. La UE, en su defensa del Estado de derecho, ha sido crítica con la situación venezolana: exige diálogo, amenaza con sanciones e incluso con no reconocer la Asamblea Constituyente. Aunque sea actuación, interpretan su papel. Con Turquía ocurre lo opuesto, y peor. Con Ankara tienen cómo negociar, pueden exigir la liberación de presos políticos como condición necesaria para continuar con la posibilidad de incorporar al país al bloque. Pero exigencias, nulas. Todo se queda en el cementerio de la diplomacia. ¿Contradicción? La importancia de la geopolítica. Necesitan de Turquía para que la ola de refugiados sirios no llegue a costas europeas. John Dalhuisen, director de Amnistía Internacional para Europa, se pregunta: “¿Qué tiene que ocurrir para que los gobiernos europeos rompan su silencio sobre Turquía?”. Respuesta: dejar de servir como muro de contención migratorio. Solo eso.