Recuperar la decencia publica
No es grato corroborar a la luz de los nuevos “descubrimientos” lo que era una sospecha ampliamente difundida: el Ecuador estuvo presidido durante la década iniciada el 2007 por el jefe de una mafia dedicada a establecer una red que le garantice impunidad a un sistemático atraco a los bienes de la República, a partir del sobreprecio y los sobornos en todo género de obras y compras públicas. Para facilitar esa maquinaria de crimen organizado se montó también una red de espionaje, que parece todavía subsiste, en ánimo a desestimular las denuncias a partir de la amenaza chantajista a todos quienes se atrevieran a realizarlas.
Pero no solo en el Ejecutivo ocurrió una degeneración de lo público de tan alto grado. Igual sucedió en lo Legislativo, que dejó de fiscalizar, y en lo Judicial, que evidenció asimismo corrupción y complicidad. Todos los poderes del Estado quedaron bajo el control del jefe de la mafia y hasta las nuevas funciones, novelera pero no ingenuamente inventadas, se destinaron al propósito general de garantizar impunidad, manejando las autoridades de control y garantizando victorias electorales fraudulentas.
Llegó a tanto la podredumbre que hasta algunas instituciones vinculadas a la cultura se convirtieron y permanecen como centros donde los dineros públicos están destinados a satisfacer el desmesurado apetito de quienes las manejan a su gusto.
Ni hablar de la degradación de las instituciones prestadoras de atención a la enfermedad, que llegaron a comprar, todavía lo hacen, medicamentos caducados o a punto de caducar, cuando no falsificados, poniendo en riesgo o afectando la vida de los pacientes.
Igual ocurre respecto a la decadencia de algunos centros de educación superior, que fueron intervenidos para desnaturalizarlos y garantizar, frente a tanto oprobio, el silencio de los estudiantes y el de la academia.
Que aún subsistan derivados de ese estado de cosas es inaceptable. Ya han pasado más de dos años de finalización de la década infame. Debe realizarse un esfuerzo colectivo para recuperar la decencia pública y, obviamente, también la decencia privada.