La reconstruccion

El espantoso terremoto del sábado ha dejado en la conciencia ciudadana dos hechos: la tragedia terrible que ha marcado la vida de varias ciudades del país y la solidaridad manifestada por todas partes para socorrer a los damnificados y llevar consuelo y esperanza a los deudos de las víctimas mortales. Pero el grave problema ha pasado ya a otra fase: la reconstrucción de las múltiples zonas afectadas, algunas con destrozos tan grandes que prácticamente necesitarán una nueva fundación. En Portoviejo, Pedernales, Manta y algunas comunidades de Esmeraldas, la destrucción y las pérdidas son ciertamente enormes y requerirán de la inversión de mucho dinero. El presidente de la República ha manifestado que cuenta con un fondo de US$ 600 millones para atender la emergencia y el ministro de Finanzas ha expresado que ha conseguido créditos en varios organismos que probablemente sobrepasan los US$ 600 millones. Con ellos, seguramente, el presidente dispondrá su inversión en la reconstrucción de puentes, carreteras, edificios públicos; pero debería disponer también la constitución de un fondo para préstamos a plazos largos y financiación especial para los damnificados, quienes perdieron sus viviendas y otros bienes, quedando prácticamente en la miseria. Además, con el dolor por la muerte de familiares. Por eso todos ellos, ecuatorianos con derechos fundamentales, deben tener acceso a esos créditos para rehacer sus vidas en la medida de lo posible. Aún no se conoce a ciencia cierta la situación en que han quedado poblaciones como Pedernales, que al parecer recibió el mayor impacto del terremoto. Si la destrucción es muy grande, habría que recordar el ejemplo de Pelileo en el terremoto de 1949, cuya situación fue tan crítica que el comité de Reconstrucción de Tungurahua resolvió trasladarlo a una nueva fundación. En fin, Portoviejo parece una ciudad bombardeada, según la expresión de sus moradores; Manta y otras localidades en Manabí, y Muisne en Esmeraldas, así como otras varias poblaciones de la costa, sufrieron un grave impacto, al igual que Babahoyo que, según se ha informado, tiene centenares de viviendas en grave deterioro. Guayaquil también ha padecido el impacto de la furia de la naturaleza.

De la profunda desazón causada por la sorpresiva tragedia han ido surgiendo las cualidades más nobles del pueblo ecuatoriano, que olvidando propios problemas personales ha ido acudiendo en ayuda de los compatriotas más necesitados en esta hora tan terrible, siendo notable cómo se ha manifestado la solidaridad en Guayaquil, que tiene un largo historial de servicio voluntario a los semejantes.

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