Propiedad en riesgo
El tiempo, en lo político, es un factor fundamental, sea que se trate de su manejo para tomar decisiones desde un espacio partidario o que se refiera a la adopción de una medida desde el sector público. La mala utilización del tiempo -la falta de oportunidad- en el primer caso, podría derivar en un desenlace negativo, o en el incumplimiento de un objetivo pragmático de ese colectivo. El partido, su militancia y sus expectativas, en consecuencia, resultarían dañados. La mala utilización de aquel en el ámbito público y, dentro de él, en la administración estatal, en cambio, se traduciría en perjuicios a la sociedad, debido a que el desempeño de la gobernabilidad está directamente relacionado con los intereses de esta. Así, una decisión gubernamental no debe ser pensada, de ninguna manera, a partir de la conveniencia de quien la toma, puesto que este, teniendo la facultad de mandatario, solo está llamado a cumplir sus funciones y a actuar en consecuencia con los intereses de la colectividad. Su papel se limita rigurosamente a preservar y proteger los derechos ciudadanos.
Si un mandatario decide en función de sus intereses, o si lo hace para apuntalar la continuidad de su influencia en el manejo del Estado mediante un sucesor escogido por él, o simplemente actúa a partir de su temperamento, y la medida afecta los intereses colectivos, la legitimidad, que es un elemento fundamental para la vida democrática, termina por debilitarse y, lo que sería extremo, desaparecer.
Cuando esa conducta, derivada de la sola voluntad del mandatario, atenta contra uno de los derechos fundamentales de la persona humana, el de la propiedad, la colectividad, en su conjunto, reacciona para proteger una de las razones fundamentales de vida: una casa donde vivir. Y aquí no se trata de quién tiene más o quién tiene menos, quién debe pagar más y quién menos, si se piensa de modo racional, sino de un elemento básico relacionado con la supervivencia de la familia.
Tocar la propiedad significa, a más de los peligrosos efectos recesivos, arremeter contra la integridad familiar y la noción que esta tiene acerca de la trascendencia de ese grupo como el primer y más significativo núcleo de la sociedad.