Principios federales: el gobierno central

Los defensores del centralismo afirman que solo el sistema unitario asegura la existencia de la República y que cualquier cuestionamiento al esquema vigente es la antipatria. Pero el federalismo, el sistema más avanzado de gobierno, no presupone un Estado pobre o débil. Si así lo fuera, entonces los países de régimen federalista no se contarían entre los más progresistas y prósperos del mundo. El problema con el Estado ecuatoriano es que, lejos de ser eficiente y próspero por el buen uso de su propio patrimonio, es reaccionario y confunde el control con el abuso. El federalismo limita la discrecionalidad del control burocrático vigente.

Correa infló el aparato gubernamental hasta convertirlo en el Leviatán de Hobbes; Moreno, por su parte, no sabe qué hacer desde que descubrió el desastre que le dejó el gobierno al que se perteneció y que lo llevó al poder. En este devenir, el Ecuador se mantendrá a la deriva, continuará siendo mediocremente competitivo, tendrá bajas tasas de crecimiento y se distinguirá por ser discriminatorio e inequitativo. Entretanto, el centralismo seguirá siendo una estructura regentada por “carteristas” que sostiene su poder insinuando que los que producen son explotadores, y sirviendo a sus clientelas políticas mientras llenan sus propios bolsillos.

El manejo de la hacienda pública, de la legislación nacional, la administración de justicia, las relaciones internacionales, la defensa externa, la seguridad interna, y de la regulación de los temas que son de la órbita nacional (la legislación financiera y de las empresas vienen a la mente) no son temas baladíes. Si a estos se añaden el mantenimiento de la red de protección social, el arbitraje sobre los bienes públicos, los recursos naturales y la defensa y preservación de la cultura nacional, los términos de referencia del Estado central son vastos y requieren de los recursos materiales para poderlos atender. El federalismo no se los niega, propone y se basa en el imperio de la ley y contribuye de manera clara y transparente al sostenimiento de las tareas de carácter nacional.

El federalismo demanda un esquema de controles y equilibrios mutuos. Pueden haber estándares educativos e instituciones a nivel nacional, pero la tarea educativa debe ser gestionada localmente. Los proyectos de infraestructura y transporte no pueden ser definidos y ejecutados por un ente centralista y discriminador como el MTOP. Las compras y adquisiciones de los gobiernos locales no deben estar subordinadas a los intereses de algún burócrata centralista. Quienes generan los impuestos no pueden quedar al margen de su buena utilización. La policía no debe ser un remedo de ejército (lo que no implica que no deba existir una policía civil nacional debidamente equipada y entrenada). La salud debe ser atendida a nivel local sin que eso precluya la existencia de una red de salud nacional. Las cuencas de agua no pueden centralizarse, sino regionalizarse. Los puertos y aeropuertos deben poder competir por la calidad de sus servicios ofertados.

¿Se destruye con esto el país? Por el contrario, es el centralismo el que mantiene al Ecuador en camisa de fuerza.