Trabajos. Los trabajos de alcantarillado pluvial se extendieron durante varias semanas.

Primeras lluvias pondran a prueba los nuevos colectores

En la ciudadela Kennedy la época lluviosa significaba inundaciones. Moradores tienen esperanza de que los trabajos de alcantarillado resuelvan el problema.

Danny Pesantes estaba desesperado. Llovía torrencialmente y fuera de su casa, ubicada en la ciudadela Kennedy Nueva, al norte de Guayaquil, el nivel de agua sobrepasaba el medio metro de altura.

Tenía 10 minutos para llegar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil y rendir un examen final. Decidió no esperar más, como lo hacía usualmente hasta que el nivel de agua bajara, tomó dos fundas de basura y se las amarró a las piernas.

No le importaba mojar su uniforme, pero le temía a la basura que se esparcía en el agua ennegrecida. Las bolsas terminaron rotas y él llegó a su salón mojado y oliendo a desechos.

“Hasta las ratas muertas flotaban”, recuerda el estudiante, oriundo de La Troncal, quien llegó a vivir allí hace cuatro años, por la proximidad con su centro de estudios.

Aquel es uno de los cuadros con el que tenían que lidiar los vecinos de las ciudadelas Kennedy Vieja y Nueva, separadas por la avenida San Jorge, en cada invierno, por las constantes inundaciones.

“Hicieron arreglos, pero hay que esperar a que llueva para ver si el problema persiste”, suspira Sandra Peñafiel en el portal de su casa, que parecía una piscina en cada tormenta. Ella tiene 56 años, la mayoría de ellos residiendo en este sector.

La moradora se refiere a la instalación del sistema de alcantarillado pluvial que realizó la Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Guayaquil (Emapag) a principios de este año.

Se colocaron colectores de aguas lluvias e instalaron una red principal de 1.200 milímetros de diámetro que se conectará con la tubería del cabezal de 1.800 milímetros, que descargará las aguas en el estero Salado, informaron a EXPRESO voceros de la Emapag.

La obra, que tuvo una inversión de 1’304.066,35 dólares, pretende evitar que se inunde la zona. Con esto no solo se beneficiarían los más de 650 habitantes, sino quienes a diario trabajan en el lugar, como Nelly Yagcha y Benito Manzaba.

Benito tiene esperanzas. Él recorre a diario las calles de la Kennedy Nueva repartiendo botellones de agua. Desde hace cinco años, cuando su camioneta negra se ‘ahogó’ mientras hacía sus repartos, prefiere no circular por el lugar cuando llueve.

“Entre la (calle) Primera, Segunda, Tercera y Cuarta esto se llena totalmente (de agua). Esperamos que este año ya no pase lo mismo”, señala optimista.

Frente al negocio de Nelly, en la calle E, la comerciante riobambeña ha visto a decenas de carro quedarse varados en su intento por circular a través de las calles, que quedaban como los canales de ‘Venecia’ cuando había fuertes precipitaciones.

A Nelly el agua se le metía a la tienda de abarrotes que administra, pero al igual que sus demás vecinos tiene confianza de que los trabajos cumplan su cometido, pero “eso no lo sabremos hasta que llueva”.